En este blog, que ya se está transformando en algo así como un foro no oficial de cine francés, voy a comenzar diciendo que finalmente logré ir al cine, después de un largo período de complicaciones a la hora de poder realizar esa actividad (bueno, los que siguen este blog saben de que hablo, y los que no, lean la entrada del mes anterior); ¿y qué fui a ver?, si, más cine francés (sino esta introducción no tendría lógica)... por lo menos amplié mis horizontes y además de una comedia, vi un drama francés.
Las películas en cuestión son Dos en uno, una simpatiquísima comedia con Daniel Auteuil, a la que ya me referí anteriormente, por lo que solo voy a decir que es otro gran acierto de la filmografía de ese país, y específicamente de este versátil actor; si pueden conseguirla en DVD (porque de las salas ya voló) no pierdan la oportunidad.
La segunda, el drama, es El padre de mis hijos, coproducción franco-alemana, uno de esos excelentes films intimistas que solo los europeos saben hacer. Con pequeños detalles nos cuenta la historia de un productor de cine, de otrora éxito, pero ahora caído en la desgracia económica, la cual parece llevar al ineludible final de la productora. Por otro lado, su familia, su esposa y sus tres hijas (con una gran labor infantil de las dos hijas menores). Para algunos, en gran parte de la película no sucederá nada, transcurre con una extrema cotidianeidad, pero es en esos detalles en donde el relato se destaca, en ver cómo este hombre y las relaciones con su entorno lo van llevando a la desesperación, en una historia que no solo se puede aplicar al mundillo del cine, sino a toda esa vorágine del mundo capitalista. Gran dirección, grandes actuaciones, gran relato, excelente.
Pero no es de estas películas que quiero hablar, el título de esta reseña se refiere a la animación, y ciertamente ninguna de estas dos películas son de animación.
Junio de 2010 parece ser un mes importante para mi, no es porque cumplo 27 años, no es porque aparentemente me recibo de abogado (y otra vez la disyuntiva de ¿qué catzo hace un futuro abogado hablando de cine?), sino porque finalmente se estrena la tercera entrega de una mis sagas favoritas (no, Episodio III ya se estrenó hace mucho), me refiero a Toy Story 3, y las ansias por poder finalmente verla en la semana del 17 de junio, me llevan a querer rememorar las dos entregas anteriores.
En 1995, Toy Story, revolucionó el mundo de los largometrajes de animación, siendo el primer film de animación por computadora (o por lo menos así es considerado), con una estética que le otorgaba más realismo que la animación tradicional. Pero, para sorpresa de muchos, no fue eso solo lo revolucionario de este film, sino el relato en si, el qué y cómo se cuenta, lo que abriría una brecha para los considerados films de animación para chicos y adultos (y que luego Dreamworks deformaría con Shrek en films de animación para adultos que, tal vez, disfruten los niños, pero que es más factible que queden excluidos).
Este primer largo de Pixar/Disney nos cuenta la historia de un grupo de juguetes que vive en la casa suburbana de un niño llamado Andy; y particularmente la historia de Woody, un muñeco vaquero (del que claramente se nota es de varios años, aspecto que se desarrollará más en su secuela), el consentido de Andy, el que se lleva para dormir.
Todo comienza el día de cumpleaños del niño, los juguetes montan un complejo operativo para saber cuáles serán los regalos (de hecho, si habrá algún muñeco nuevo), y es ahí cuando aparece Buzz Lightyear, o mejor dicho, el muñeco de Buzz Lightyear, un astronauta sensación de la TV y el merchandising del momento... y que pronto acaparará la atención de Andy, en desmedro de Woody. Ahí está el problema, los celos, pasar de ser el preferido a ser uno más, a volver otra vez a la caja con todos los juguetes; ah, y algo más, Buzz todavía no sabe que es un juguete, se cree el verdadero guardián espacial. Todo esto llevará a una serie de complicaciones y escenas dignas del mejor film de suspenso, que desembocará en ambos juguetes extraviados en el camino, y su largo camino a casa, tratando de no caer en las manos de Sid, el niño destructivo vecino de Andy.
Con una gran gama de perfectos personajes secundarios (el resto de los juguetes), que hasta logran acaparar la atención por sobre los protagonistas – mi preferido es Ham - , una historia contada sin subestimar a ningún espectador (ni a los niños ni a los adultos que encontrarán millones de guiños), y detalles y temáticas que hasta ese momento no se habían presentado en el cine de animación, por lo menos hollywoodense.
Punto aparte para la cuestión técnica, más que sobresaliente, un detalle en las texturas de los personajes y los ambientes que ningún otro film había alcanzado, y que al día de hoy tampoco lo ha hecho (con excepción de su secuela, claro está, y de otra producción que comparte director, Cars).
¿Hace falta decir que es una de mis películas favoritas, y no solo de animación? Pero si bien es de mis preferidas, no es la que más me gusta, ni siquiera en cuanto a cine de animación, porque ese lugar lo ocupa la segunda parte.
Tirando abajo eso de “segundas partes nunca fueron buenas”, Toy Story 2, tercera producción de Pixar – en el medio vino Bichos – es superior a la primera en varios sentidos, y eso que era complicado igualar – ni hablar de superar – la excelencia de la original.
Esta vez, tenemos a todo los juguetes unidos, en nueva casa, con el mismo dueño más crecido, al igual que su hermanita – antes un bebé -, y un perro babeador. Aquí el tema es el paso del tiempo, la madurez de los humanos, que va dejando de lado la adoración por los muñecos. Y así a cosa comienza con una venta de garaje, a la que irán a parar varios juguetes olvidados, y entre ellos, por accidente en pleno plan de rescate, Woody, que caerá en las manos de un ambicioso coleccionista ( o mejor dicho un vendedor de artículos para coleccionistas), también dueño de una juguetería ( a la cual, si prestan atención, en la primera entrega ya se hacía mención).
Entonces, Buzz y compañía deberán ir al rescate, y otra vez volverán a enfrentarse a la dura calle, a los peligros que ella presenta para seres tan pequeños como ellos.
Y por otro lado, Woody conocerá su origen en una serie de marionetas de la TV en blanco y negro, y se harán presentes los muñecos compañeros de aquel programa (Jessie – una vaquera -, Oloroso Pette – un granjero – y Tiro al blanco – un caballo - ).
Ahí estará el hilo de la trama, ¿volver a la casa de un niño que prono lo olvidará, o pasar a la posteridad en un museo de Japón?; pero además muchísimas otras cuestiones, como el ego, los problemas familiares, otra vez el juguete que no sabe que lo es, la amistad, y mucha, mucha aventura.
Es en esta película donde más grande se hace la diferencia con los films de la factoría Dreamworks; por un lado la gente de Lasseter parece querer rescatar la inocencia del mundo infantil, estos juguetes intentando aferrarse el mayor tiempo posible a la infancia de sus dueños (la canción de Jessie, junto con el comienzo de Up – también de Pixar – forman las escenas más desgarradoras del cine en mucho tiempo); mientras que Spielberg (¿por qué, por qué Steven?), Katzemberg, y compañía, pareciera que pretender hacer crecer a los niños de golpe, el mensaje se entiende como “terminar con la inocencia”, los cuentos de hadas no existen, Pinocho es un gay fetichista, los peces pueden ser fumones, las princesas ya no son femeninas, los travestis están de moda, ser esquizofrénico es simpático, etc., etc.
Toy Story 2, superior en trama (repito ya la primera era excelente), en descripción de personajes, y en calidad de animación ( los cuatro años no pasaron en vano para esta productora que vio sus orígenes dentro de Lucas Art – el tío George no podía faltar en el medio - ). Otra vez un relato que fascina a los más pequeños, y con un montón de guiños para los adultos.
Sencillamente sin palabras, mi película de animación favorita, y solo superada por Star Wars en cuanto a mis preferencias de cine en general.
Y ahora, once años después, los juguetes vuelven al ruedo – ya nos estuvieron precalentado a principio de año con la reposición de ambas en 3D - , esta vez parece que se han trasladado a una guardería, ya que el día tan temido parece haber llegado, ¡Andy ha crecido!.
Desde mi parte, no veo la hora que la tercer semana de junio por fin llegue.
Acá les dejo algunos links para que disfruten los fanáticos, y vayan saboreando:
http://www.disneylatino.com/peliculas/cine/toystory/
http://disney.go.com/toystory/
El fiasco de turno
Hace ya un par de años, se viene formando una tendencia de realizar películas sobre superhéroes, pero enfocadas en sus, digamos, flaquezas; o mejor dicho, historias sobre gente común que, o bien un día decidieron salir a combatir el crimen de una manera no tradicional (no, no es que se unen a la Policía Metropolitana, eso sería si se conformasen con multas de tránsito), o recibieron un superpoder especial. Ejemplos de esto encontramos en Hancock, o las más recientes Defendor y Kick Ass, en una tradición que podríamos decir comienza con SpiderMan.
Como no podía ser de otra manera (¿o no?), Argentina no se iba a quedar atrás, y es así como tenemos nuestra promocionada “primer película de superhéroes”... aunque viendo los resultados, creo que los entrañables Superagentes o la Brigada Z tenían mejores cualidades.
Zenitram, comienza con un basurero, obviamente desalineado (no porque tenga algo contra estos obreros, sino porque la película no se ahorra un solo cliché), dejado, ignorante, borracho, y drogón. Un día se encuentra en un baño público con un personaje casi tan desalineado como él (cliché de ¿bohémio?) que le anuncia que si pronuncia su apellido al revez, podrá volar. Claro, al intentarlo (seamos sinceros ¿Quién desoiría una propuesta tan lógica?) no lo logra, y luego de varios intentos, lo pronuncia, como diría mi hermano, cachándose las pelotas (porque los argentinos somos tan desagradables que vivimos manoseándonos la entrepierna), y ahí si, vola. De ahí en adelante se calza un traje muy holgado y con los colores de Boca (si, si, clichés, clichés y clichés)y sale a combatir el crimen, o algo así, y se topará con un político inescrupuloso (no se olviden da la palabra clave “CLICHÉ”); eso sí, sin dejar en ningún momento los hábitos, supuestamente, de la clase obrera, o del argentino medio, o vaya a saber uno qué. Fin de la historia.
¿Hace falta decir cuál es el problema de esta película?... bueno, esta bien, empecemos.
Primero, la trama, el argumento, o como quieran llamarlo; para dejarlo en claro, tengo una peliculita en Cine Graf (aquel proyector de juguete) llamada Jerry, el muchacho atómico cuyo desarrollo es mucho más complejo. Es terrible, por ahí pensaron en una historia como para que la entendiera el protagonista de la misma, sencillamente una estupidez, y encima ¡¡¡¡¡ni siquiera está bien resuelta!!!!!, tiene baches impresentables.
Mejor ni hablar de diálogos, mi primita de cuatro años los podría haber hecho más complejos y creíbles. ¿Un ejemplo? “Es un pájaro, es un avión, no, es Zenitram en pedo” y así...
Siguiendo con la historia, pero en otro punto, es insultante... y dale con considerarnos los peores ciudadanos del mundo. La película se encarga de dejarnos bien en claro que este es el superhéroe que Argentina se merece, o sea, que no nos merecemos un superhéroe sino un pelotudo.
Es más, hasta lo dijo el propio director en una entrevista en que le preguntaron cómo resolvería el tema del vuelo, simplemente dijo que volaría como todos nos imaginamos que volaría un superhéroe argentino, el resultado es similar a una representación de viaje alucinógeno (claro, inducido por estupefacientes, dah); yo no debo ser argentino, porque pensé que un superhéroe vuela en serio, sea de donde sea, pero bueh.
Por momentos (muchos momentos, mucho más de lo necesario), la película parece ser hecha por la producción de un programa de Rolando Graña, o la gente de Policias en Acción; o alguno de esos directores del llamado “nuevo cine argentino” que se dedican a mostrar las miserias de la clase pobre.
Irritante por donde se la mire, sin querer adelantar nada, la película ni siquiera ofrece una redención, simplemente pretende que nos riamos (ah, porque en verdad, es una comedia, aunque uno no esboce ni una sonrisa, sino varios bostezos) de lo mierda que somos, lo asqueroso de nuestras costumbres, y sintamos vergüenza de nuestra vocabulario. Si, paren de reírse, ya sé que es graciosísimo.
Ahora estoy recordando un capítulo de mi querido Chapulín Colorado en que el héroe debe resolver un conflicto que también pretende resolver una suerte de Superman/Tío Sam yanqui; claro que el chapulín se manda de las de él una tras otra, pero igualmente sale bien parado ante el pedante estadounidense, además bastante inepto, al que se lo muestra lleno de incultura... si lo recuerdan, Zenitram es todo lo contrario.
Volviendo al comienzo de esta reseña, se están dando varias muestras de estos superhéroes lejos de ser perfectos, pero a diferencia de este bodrio putrefacto (si, simplemente la detesto), pretenden un estudio si se quiere, social, de la figura del superhéroe.
Por ejemplo, Defendor, con el crítico Woody Harrelson, trata de un obrero con algunos problemas psicológicos (por no decir psiquiátricos) que de la nada, decide salir a combatir el crimen con armas tan elementales como caños y linternas; pero aún así la historia demuestra un estudio mucho más complejo, y trata el estúpido patriotismo de la población “ultraderechista” norteamericana.
Kick Ass, gira alrededor del tema de la violencia de esa sociedad, la sociedad de consumo, y la obsesión por encontrar un salvador o algo similar; se preguntan ¿Por qué, hoy día, nadie quiere ser superhéroe?; y todo alrededor de un fanático de comics que sin poseer ningún superpoder decide actuar como superhéroe.
Bueno, la contraparte argentina, es simplemente una bobada, no hace ningún análisis, ni nada parecido, y parece decida a mostrarnos que los Argentinos, y nuestra clase política – que no surge de un repollo - , somos impresentables.
Lo más llamativo de esto, son los nombres que se esconden detrás de la película. Está basada en un relato de Juan Sasturaín, personaje contradictorio si los hay, se ve que tantos programas sobre banalizar cultura en Telefé (también productora del film) no le está haciendo bien.
También tenemos a un nieto de Héctor Germán Oesterheld (semidios del comic argentino, creador de Sherlock Time, Ticonderoga, Ernie Pike, Sargento Kirk, Mort Cinder, y claro El eternauta, entre otras) como productor; es más hasta la película tira un par de guiños para sus seguidores, pero en medio de algo tan pobre, más que un homenaje parece un insulto (¿esto ya lo dije, no?); sencillamente no se entiende.
Hablar de cualidades técnicas es inútil, se escuda en querer parecerse a un proyecto Clase B (que por las empresas metidas detrás es claro que no lo es), pero en verdad parece una película hecha por un grupo de amigos una tarde de aburrimiento con la filmadora casera del viejo (falta que al final se cuele algún track del cumpleaños de la nona y listo). Lo único rescatable, son algunos pasajes con algo de animación o estética comic, y hasta ahí nomás.
Actuaciones, ¿tiene?, es imposible analizar este rubro en algo tan malo, lo lamentable es que cuenta con grandes nombres como Luis Luque o Daniel Fanego; y el ascendente Juán Minujín (Zenitram) no puede hacer mucho metido en un traje de superhéroe que, por lo menos le queda veinte tallas grande.
Nunca mejor dicho, este fiasco parece realizado (y de hecho lo és) por algunos medios que nos quieren mostrar que nuestra población no tiene salvación, y además, que no la merecemos... claro que si esa salvación viene de semejante estúpido yo también la dejo pasar.
Fernando, cuando hablabas de las peliculas de animacion: "mientras que Spielberg (¿por qué, por qué Steven?), Katzemberg, y compañía, pareciera que pretender hacer crecer a los niños de golpe, el mensaje se entiende como “terminar con la inocencia”, "
ResponderEliminarte referias a alguna en particular?
En general encuentro ese mensaje en todas, o la mayoría, de las películas de Dreamworks, llenas de chistes de exclusividad para el público adulto. Pero en especial la saga de Shrek, se burla de la fantasía, hace caer a los niños en el hecho de que los cuentos de hadas no existen, y todos tenemos nuestro lado de perversidad... en lo personal, si Pinocho gusta de usar bombachas y corpiños yo no quiero un chico se entere, ya tendrá tiempo para, en todo caso, desilucionarse y ensar que el mundo es crudo y amargo, por ahora prefiero que vivan con la fantasía y amabilidad que les ofrecen en otras películas.
ResponderEliminarTenes razon, a mi me pasa lo mismo. Sucede tambien que se piensa que todo lo que es en animacion es para chicos y se intenta abarcar un publico mas grande. Es un problema porque no muchos padres se ponen a ver detenidamente que ofrece cada pelicula
ResponderEliminarClaro, comparto... pero el problema de dreamworks es que sus películas definitivamente se venden a un público infantil desde su misma concepción. No son, por ejemplo, Los Simpsons que uno ya sabe que el público es Adolescente/adulto, lo mismo que South Park, Family Guy, o Pollo Robot. Spielberg y compañía (¿la vendieron, no?) engañan poniendo dulces animalitos parlantes, colores pasteles, y tramas muuuy simples, para después encontrarnos con un contenido chocante, hasta burdo. Es una pena que luego la animación de Hollywood fuera de Disney/Dreamworks haya optado por copiar las gastadas fórmulas de esta; por ejemplo, yo miro Amigos Salvajes o Colorín Colorado este cuento NO ha acabado, y perfectamente podrían ser de Dreamworks; en cambio no veo algo fuera de Pixar (salvo las últimas de Disney con Lassetter a la cabeza, que es lo mismo) que se parezca a esta.
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