domingo, 27 de septiembre de 2009

Arráncame los ojos de un tirón




Hay algo extraño en las películas de terror, ¿qué es lo que nos hace verlas? ¿por qué nos quedamos, aún sabiendo que no son buenas?... o por lo menos es lo que me pasa a mi.



Ayer a la tarde volví otra vez a incurrir en la misma costumbre, hay que decidir qué película ver, y elijo otra vez una de terror, y de esas que prometen ser sangrientas, y vuelve a suceder, una vez más.



Sin embargo, el film de ayer me dejó algunas reflexiones, y es lo que voy a escribir. A esta altura ya es importante saber de qué estoy hablando, se trata de El ojo del mal, una no recomendable película de terror.



Antes, relato brevemente la trama (que en verdad no da para mucho más), un grupo mixto de jóvenes que estan cumpliendo condnas menores es enviado a restaurar un hotel abandonado, para reducir sus condenas, una vez allí se van a encontrar con un asesino con una fascinación por arrancarle los ojos a sus víctimas, en serio, eso es todo; hay alguna explicación, escenas previas que intentan dar sentido, pero no lo logran, nada más.



El problema en sí, no es la trama, pobrísima como se habrán dado cuenta, sino la manera en que es llevada a cabo.



Últimamente, el cine para adolescentes (como lo es este) nos ha acostumbrado a una edición videoclipera y a escenas lo más gráficas posible; pero esta parece ser el sumun en este sentido.



En cuanto a la edición, habría que preguntarse si le gente detrás de las cámaras no tenían párkinson (o aunque sea mucho frio) al momento de filmarla; literalmente la imagen está sacudiéndose constantemente, y hasta hay escenas de personajes corriendo tomadas en planos 3/4 de frente y siguiendo los pasos del mismo (recurso ultra utilizado en videoclips); un poco resulta modernismo (o algo así), pero hacerlo consantemente es muy molesto.



Pero lo realmente discutible del film es su gusto por exponer carne humana, y no hablo de cuerpos desnudos precisamente. Desde el comienzo nos muestra con lujos de detalle como Jacob, el asesino se dedica a arrancar ojos, con planos alejados, primeros planos, cámara lenta, y hasta el interior del agujero que queda cuando se va el ojo; sepan disaculpar que me lo tomo en broma, pero desúés de un rato deja de ser asqueroso, para volverse gracioso.



Como si fuera poco, este personaje guarda los ojos en frascos cual aceitunas en salmuera, y se ve que a alguien le pareció divertido posar la cámara una y otra vez sobre los mismos.



Ojo, que lo de los ojos no es la única muestra de mutilación y salvajismo, veremos también ganchos que arrancan mandíbulas, cabezas que se rompen contra el techo, y hasta un corazón que se rompe (otra vez, literalmente).



Algo curioso, es que, ante tanta asquerosidad (sumada a una fotografía premeditádamente sucia), la película ni siquiera logra su comedito (supongo) de atemorizar o de horrorizar con estas imágenes, al segundo tuerto uno ya se relajó y todo le importa poco y nada.



Otro dato curioso, lo encuentro en el reparto; esta película está producida por la WWE, una especie de Titanes en el Ring yanqui (de la cual salió por ejemplo Hulk Hogan y The Rock), para exclusivo "lucimiento" de uno de sus luchadores, Kane... en el papel de Jacob.



No deja de ser llamativo, recuerden qué tipos de pelis hacian nuestros Titanes, mientras unos se enfretaban al Capitán Piluso y colaboraban con los Superagentes, este se enfrenta contra adolescentes cachondos y colabora con la labor de maniáticos como Jason Vorhees (la asociación es obvia ya desde el nombre, y aún más en las excusas de la trama).



Otros films de la WWE nos mostraron a sus luchadores en films de acción ultra patrióticos (The Marine con John Cena) o que hacen justicia por mano propia reventando a palasos - en serio - a los malos (Con la frente en alto, con The Rock).



En definitiva pareciera que sus luchadores de catch no estan dirigidos a un público infantil como los nuestros (las dos películas de 100% Lucha también son una muestra de esto); pero pareciera que se van para el otro lado, demostrando una violencia descarnada, puramente innecesaria.



A lo largo de la historia del cine, el género de terror es uno de los que más ha cambiado; se ha pasado de un terror más psicológico, sugestivo; a algo más explícito, directo, que causa un shock como sea (aunque sea a través del asco).

Películas como esta parecen el equivalente pornográfico al cine de sangre, se tira toda la carne al asador sin dejar nada para el misterio.

Sin embargo, y hago un mea culpa, pareciera que a la hora de elegir, ahora nos inclinamos hacia este estilo. Estas películas, no son realizadas precisamente por amor al arte, son hechas para el comercio, y parece que son rediruables, porque salen como chorizos (¿alguien puede creer que sea inminente el estreno de El juego del miedo VI?, yo me cansé - o asqueé - a la segunda).

La trama, como aclare párrafos arriba, es lo menos importante, una excusa para hilvanar mutilaciones de todo tipo, casi como hacer un recorrido por un frigorífico.

Ni hablar de rubros técnicos o actorales, todos puestos al servicio de la masacre; todo es tan pésimo que a uno le dan ganas de que se mueran todos y termine de una buena vez.

Por momentos, pareciera que pretende rendirle homenaje a ciertos clásicos del terror gore de los '70 y '80 ( las reminiscencias a Martes 13 son muchísimas y obvias), pero termina siendo sólo una apariencia; o un homenaje muy fallido. Cuando en décadas pasadas se creó y recurrió a este subgénero del terror (muy explotado por directores como George Romero, Tobe Hopper, o el primer Peter Jackson),el acumulamiento de sangre escondía un trasfondo mucho más rico, interesante; cosa que aqui no ocurre en ningún modo.
Sangrienta, asquerosa, aburrida, ridícula, todo esto le cabe a la perfección. Al igual que terrorífica, espantosa, espeluznante; pero en el mal sentido. Lo único positivo es es corta duración, y su final que pareciera no dar lugar a una posible secela, aunque uno nunca sabe. Una lástima, una hora y media totalmente desperdiciada.

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domingo, 20 de septiembre de 2009

Antoine el benefactor

De nuevo estoy de vuelta, después de larga ausencia... Ah, no, eso es otra cosa. Estoy aprovechando los pocos momentos en que la empresa de Internet que contraté me deja conectarme, para poder hacer una nueva entrada en mi blog preferido (Je!).

Ya sé que anteriormente prometió una reseña sobre El secreto de sus ojos, pero a más de un mes de esos dichos, y mucho más del estreno de aquella, prefiero guardarlo para cuando salga el DeVeDé, voy adelantando que es formidable.


Esta vez prefiero no escribir sobre un estreno, tampoco lo voy a hacer sobre un clásico, sino sobre un film discreto, una discreta comedia francesa.


El Restaurante, horrible título para el original Aprés Vous... (algo así como "Después de ti" o "Después de que"), es una comedia que sigue el "molde" de la más típica comedia francesa, pero no por eso deja de ser una experiencia muy divertida.


Antoine (el genial y versátil Daniel Auteuil) es Someliër en un restaurante parisino, cuando empieza la historia lo vemos con una vida tranquila aunque algo monótona, pero de camino a ver a su novia, se encontrará con Louis (José Garcia) apunto de ahorcarse en una árbol; por puro instinto Antoine irá en su socorro, y de ahí en más cambiará su vida.


Louis resultará, sin más palabras, un lastre; un ser que no le encuentra sentido a su vida, que vive apesadumbrado, y que intentará suicidarse constantemente. Pero Antoine se apiadará de él, y cumpliendo un rol de buen samaritano, lo ayudará una y otra vez, hasta no poder sacarlo de su vida.


Entre los "mandados" que el santo de Antoine realizará para su "nuevo amigo", se pueden contar robarle una carta suicida a su abuela totalmente sorda y cegatona, conseguirle trabajo en su restaurante, y en el mismo puesto que él (claro que será completamente inepto), y por último intentar contactar a la razón de tanta pena, una ex-novia de Louis, Blanche (Sandrine Kiberlain), una florista con problemas amorosos.


A lo largo del film, veremos la transformación de ambos personajes, mientras Louis va adquiriendo color en su personalidad, Antoine se va pareciendo cada vez más a Louis, y encima se enamorará de la bonita florista.


Comedia de enredos, al fin, el disparate estará a la orden del día; pero todo dentro de un cuadro medido, una trama bien desarrollada y que le permite un desarrollo a los actores, sobre todo Daniel Auteuil, el protagonista excluyente del film, el que se roba todas las escenas.


Uno nunca entiende la actitud de Antoine, por qué soporta tanto, por qué ayuda a un personaje al que más de uno quisiera golpear, o aunque sea sacudir para ver qué le pasa. Pero es así, se convierte en un benefactor capaz de poner en riesgo todo lo que tiene para ayudar a alguien que, en definitiva, no deja de ser un desconocido (tal vez esas emociones era lo que necesitaba para despertar de su aletargada vida).


Hay algo que diferencia a la comedia francesa de la típica comedia jolibudense, no es una sucesión de gags, no es una risa contínua por lo absurdo. Tampoco es cuestión de desmerecer a ese tipo de humor, simplemente, este es distinto, más que la carcajada ante situaciones ridículas, esto es una humorada, una sonrisa que dura toda la proyección, y aún después. Es un film ameno con situaciones mordaces desde los diálogos más que desde el físico. Es un gusto poder apreciar ambos tipos de comedias.


Pierre Salvadori (director, y uno de los guionistas) parece seguir la senda de las comedias de Francis Veber, su estilo es similar, pero a diferencia del director de El Placard, Salvadori se inclina más por la comedia romántica (estilo que quedará más marcado en la posterior Mujer de Lujo), pero prevaleciendo más lo cómico que lo romántico; es por eso que no podría decir que esta es una comedia romántica pura (por lo menos, no al estilo meloso que entiende el país de norte).


Una comedia para recomendar, para pasar un momento más que grato y continuar con una sonrisa aún después de verla (apuntarla quienes quieren ver una romántica con su pareja y no morir en el intento, ambos la pasarán bien).


Por ahora, me despido hasta la próxima vez que se me permita escribir.
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