Hay días en que es mejor no salir de la casa; situaciones que parecen una conjunción de desgracias; esos días en los que uno dice ¿por qué a mi?.
Eso es lo que pasó hace dos semanas, cuando invité al cine a una muchacha, específicamente una compañera de la facultad.
Vale aclarar previamente que a esta señorita ya hace un par de años que la conozco, que desde el principio insistió con la idea de ir al cine juntos, y que recién ahora (y por el simple hecho de que son mis últimos meses en la facultad) accedí a su pedido; o sea que mis expectativas en realidad no eran muchas.
Salimos el viernes por la tarde (no quiso salir de noche porque le da miedo volver a casa a esas horas), la paso a buscar por su casa en la que vive sola (o con una amiga, no con sus padres), y de allí nos vamos al Village Caballito.
Antes de entrar al complejo ya empezaron los problemas, una promotora, de improviso, me ntrega unas tarjetas que resultaron ser de un hotel alojamiento; esto no sería nada extraño de no ser porque mi cita, al verlas deslizó un “me imagino que no pensas llevarme a ese lugar”, sorprendido, la mire y no dije nada.
A la hora de elegir la película, ella previamente me había aclarado que le gustaba el cine argentino; miro, y la única en exposición es La mosca en la ceniza, mi intención fue simplemente aclararle que el único film argentino que se estaba proyectando trataba de unas mujeres que eran traídas del interior engañadas para trabajar en un prostíbulo; claro que no me di cuenta que estaba en presencia de una dama casta (vestida con minishort y una remera de por más reveladora – por lo menos hubiese usado corpiño - ), y ante mi sugerencia me reprocho el hecho de querer llevarla a ver “ese tipo (¿?)” de películas en una primera cita. Aclarado el hecho de que solo fue un comentario de mi parte, elegimos algo más acorde a un alma tan pura como la de esta damisela, La gran fiesta de Cocó.
A esta altura yo estaba pensando dos veces cada palabra que decía, y mi cabeza ya decía que esto era un fracaso; pero aún no habíamos entrado a la sala, y a esto es a lo que quiero llegar.
Entramos a la función sobre la hora (no le gusta esperar sentada en las butacas), miramos nuestros asientos numerados y justo detrás había una pareja que tenía muchos temas para conversar... durante toda la película; un par de filas más adelante se encontraba una chica mandando continuamente mensajes de texto, y con la luz del celular apuntándonos y cegándonos directamente, haciendo caso omiso a la numeración de butacas nos corrimos un par de asientos, pero fue inútil, esa luz nos cegaba igual. Para este momento la gota de sudor más chica que corría por mi frente podía abastecer de agua al peor de los deshidratados; y en eso se escuchan unos murmullos que venían del hall, e abre la puerta e ingresa una horda de chicos que se ubicaron en las filas delanteras y terminaron de poner la frutilla en este postre infernal. Por lo que hablaban, que se escuchaba más que la película, querían ver Alicia en el País de las Maravilla pero no consiguieron entrada, así que se metieron ahí, pero parece que las comedias francesas no les gustan, por lo tanto se decidieron a correr por toda la sala, cambiarse quinientas veces de asiento, treparse a la pantalla cual mono rabioso, poner los pies sobre el respaldo de la butaca, arrojar distintos objetos al aire, tirarse un par de pedos, sacar fotos digitales con sus cegadores falsees, hablar a los gritos entre ellos y por celular, y cosas por el estilo.
Para hacerla corta, terminó la función, no le vimos el final a película porque evadimos un zapatillaso que apuntaba directo a nosotros, y cuando salimos al hall la chica que estaba conmigo (a esta altura ya no la llamo cita, ni nada por el estilo) me reprocha no haberla defendido como un caballero (yo, que precisamente no hable para no quedar como grosero), y ni bien termina de decir esto, salió corriendo como una despechada por todo el complejo; el espectáculo parecía denigrante, pero para este momento mi cabeza se había ido a otro lugar; fin del calvario.
Toda esta larga introducción me sirve para hablar de lo que reza el título de esta nota; por favor, vean la película; si van al cine que sea para ver la película elegida, y no para hablar como dos chusmas (existen bares o restaurantes, sépanlo), para enviar sms, hacer una sesión fotográfica, o relajarse como si estuviesen en su casa (cosa inentendible ¿Qué tiene de cómodo poner los pies sobre un respaldo mucho más alto que la butaca?).
Esto no es la primera vez que me pasa, y a estoy cansado de vivir situaciones incómodas que terminan arruinando ese momento mágico en que se enciende el proyector.
¿Es mucho pedir ver una película en el cine sin tener que soportar un pie descalzo rozándome la nuca, o un padre leyendo los subtítulos a su hijo siendo que hay funciones n castellano del mismo film, o una pareja realizando al lado mío escenas sexuales (y no en el fondo de la sala, siempre tomo a precaución), o personas que llegan tarde a una función y molestan a medio público tratando de ubicarse en los mejores asientos centrales, y una larga lista de etcéteras?