domingo, 18 de julio de 2010

Ese amigo del alma


¡¡¡¡ADVERTENCIA!!!! ESTA RESEÑA CONTIENE SPOILERS, SOPA FRÍA, ADELANTOS... O COMO QUIERAN LLAMARLO SOBRE TOY STORY 3



A pedido del público, bah, de una amiga en Facebook (Julia tus deseos son órdenes) aquí va una reseña completa y especial para Toy Story 3; ahora si, me voy a dar el lujo de contar algunos detalles y dejarles algunas preguntas para aquellos que la vieron (para así complacer a otro lector asiduo, mi hermano). Así que para los que no vieron la advertencia arriba y no vieron la peli, paren de leer esto ahora... salvo que quieran saber cómo termina.



Hecha la salvedad, bienvenidos aquellos que ya vieron esta maravilla. Antes de empezar, hagamos un recuento de cómo venía la historia hasta aquí: Todo se trata de los juguetes de un niño llamado Andy que vive en los suburbios, juguetes que cobran vida cuando ningún humano los ve. En la primer entrega, tenemos un cumpleaños en el que todos vigilan cuál será el juguete nuevo, en especial su favorito “Woody” un vaquero de apariencia añeja. Es así como llega Buzz Lightyear un astronauta, sensación de la TV y el merchandising, con la nueva tecnología... y que pronto se transformará en el nuevo favorito; ah, y además no sabe que es un juguete. Los celos de Woody haran que ambos se extravíen camino a una pizzería, y así deberán regresar a casa, aprendiendo el valor de la amistad y la cooperación, sobre todo cuando caigan en manos de Sid, vecino de Andy y destructor de muñecos. Al final todos regresarán, Woody comprenderá que puede compartir su título de favorito, Buzz que es más importante ser un juguete que alegra a su dueño que ser un guardian del espacio, y ambos descubrirán que tienen un nuevo mejor amigo.


Segunda parte, no hay salto temporal notable, comienza con una venta de garage en la que temen que algún muñeco desaparezca. Tratando de rescatar a un pingüino con rechinador, Woody caerá entre los objetos a vender y en las manos de un coleccionista dueño de una juguetería. Una vez en el departamento de este “hombre pollo”, y mientras sus amigos emprenden el rescate, el vaquero descubrirá que forma parte de una serie de TV con marionetas, de culto, y que junto con otros muñecos de la misma serie irá a parar a un museo en Japón ¿Es esto malo? Si. Egolatría, sentimiento de perdida, abandono, el valor de la amistad, y al final saber cuál es el verdadero destino de un juguete, ser amado por un dueño, un niño; así Woody y los suyos (los de la serie) decidiran escaparse y regresar con Andy, por lo menos hasta que crezca y los olvide, un destino que se descubre inevitable.


Así llegamos a la tercera entrega (los que quieran más sobre las anteriores vayan a la reseña del mes anterior), luego de un prólogo sobre el paso del tiempo desde la segunda entrega hasta aquí, vemos como Andy parte para la universidad, hace rato que ya no juega con los muñecos, y estos, en una memorable escena, hacen todo lo posible por que este los agarre y juegue con ellos aunque sea una vez más... no lo logran. La madre del niño lo amenaza, debe decidir qué hacer con sus antiguos juguetes, si los guarda en un altillo, se lleva alguno con él a la universidad como objeto de adorno, o los tira a la basura... o los dona a una guardería. Andy se decide por el altillo, pero confusión mediante, van a parar a la basura, y de ahí a Sunnyside, la guardería.


Una vez allí, y deprimidos por pensar que su dueño los tiró a la basura, descubrirán un lugar en apariencia perfecto, lleno de otros juguetes, y en donde todos los día decenas de niños jugarán con ellos... todo esto hasta que descubran que el “capanga” de la guardería, un oso que huele a frutas, les ha asignado el sector pre-escolar en donde los niños no saben cuidar a los juguetes, infierno.


Intentando volver con Andy, Woody emprenderá una aventura aparte, en la que terminará en casa de otra niña, Bonnie, alguien que ama tanto a sus juguetes como su otrora dueño... pero debe volver con él, y de paso rescatar a sus amigos.


De este modo, la historia nos permite conocer montones de personajes nuevos, los de Sunnyside, y los de Bonnie, y si algo se le puede reprochar a este film es que tanto exceso de personaje, no permite que algunos se desarrollen como quisiéramos y sólo se les de un vistazo.


A lo lago de su historia (15 años desde la primer Toy Story, y varios más antes del primer largometraje), Pixar ha ido no solo mejorando sus films en cuanto a la animación, sino que ha ido desarrollando cada vez tramas más complejas, con cada vez más capas narrativas y emocionales, y la saga en cuestión es un claro ejemplo. La historia del primer film es simple (lo que no quiere decir que sea inferior a sus secuelas, a esta altura ya las veo como un todo inseparables... como Star Wars, Volver al Futuro, Indiana Jones, o El Señor de los anillos), se presenta el conflicto del juguete nuevo, y de ahí se desprenden todos los incovenientes y emociones del film. Y sin dudas, este tercer film es el de trama más compleja (lo que no quiere decir mejor, si las pudiese separar diría que me quedo con el segundo), hay varias situaciones, hechos contados paralelamente; y si bien eso lleva al problema de exceso de personajes y falta de desarrollo en algunos, también es el que le otorga la mayor cantidad de aventuras, casi como una montaña rusa... pero con sentido, con historia.


También es el film más melancólico de la saga ¿Y de Pixar?, y aquí viene la primer pregunta. Desde la primer escena en el altillo con la llamada al celular, pasando por varios momentos de reflexion, hasta el momento en que Andy entrega los muñecos a Bonnie y les relata la historia de cada uno, el film puede tender a ciertos momentos... digamos sentimentales (bueno, sí, se me cayeron unas cuantas lágrimas ¿y qué?... hay quienes lloran cuando Di Caprio muere en el agua y eso es algo que se sabe que sucederá desde el minuto uno de Titanic), pero a mi parecer no son golpes bajos (entendiéndose como poner toda la carne al asador para presionar ese punto que más nos duele), sino escenas inevitables y manejadas con maestría y delicadeza... digamos que por lo menos no hay coro sinfónico durante esas escenas. Desde la primer película se venía perfilando este sentido en la historia, y ya en una tercera parte (realizada diez años después de su antecesora) se hacía imposible no contar qué sucedería cuando Andy crezca; por lo tanto me parece bastante lógico el tratamiento que se le ha dado al tema, nos entrega la emoción que todos (o al parecer casi todos) estábamos esperando desde el principio. Supongo que pensar si son golpes bajos o no, es cuestión de opinión particular de cada uno.


Después de todo, creo que prefiero algunos momentos sentimentaloides en vez de una historia que se mofa de todo, hasta de los sentimientos como si fuesen una cosa para chiquillos... como ya dije, creo que algunos se burlan de los que hacen las cosas mejor que ellos ¿envidia?.


Por otro lado, y la discusión más importante, está el final. En un principio Andy decide llevarse a Woody a la universidad, como adorno, amuleto, y el resto ponerlos en el altillo a la espera de ¿cuándo Andy tenga hijos propios?. Más tarde, Woody, habiendo pasado momentos de amor como hace rato no vivía, en casa de Bonnie, hace una jugarreta para que su dueño decida llevarle los juguetes (inclusive él) a esta niña, digamos se despide de su niñez ¿O ya se había despedido de ella cuando dejó de jugar con ellos?; y así comienzan una nueva vida al lado de una niña que los querrá como antes lo hizo Andy.


A mi me encantó, el cierre perfecto, con las palabras finales de Andy dándola la nostalgia necesaria al asunto. El tema es que mi hermano hubiese preferido que Andy conservara los juguetes, ya que, dice, los juguetes pertenecen a él, lo quieren a él como dueño, y no ve kla necesidad de resignar a ellos, ve como si Pixar se hubiese vendido ante un convencionalismo; los juguetes deberían aguardar en el altillo hasta que Andy los rescate para dárselos a su/s hijo/s, cómo un sentido de permanencia... o haberle encontrado un giro a la trama que hiciese que Andy todavía esté con sus muñecos, como por ejemplo que sea coleccionista, diseñador de juguetes, director de films experimentales en stop motion – vamos, ¿quién no quisiera ver una película sobre el malvado Dr. Tocino? -, o vaya uno a saber qué (los creativos son los de Pixar, no el espectador). Hasta lo compara con una pelí animada ochentosa (bueno es de 1990 pero que va) Las aventuras de Tosti, el tostadorcito valiente (no se admiten risas, seguro que todos la recuerdan) en la que varios electrodomésticos extraviados encabezados por no saben qué, van en busca de su amo que los abandonó. Mi respuesta esto es ¿Es lo mismo un electrodoméstico – por más simpático que parezca – que un juguete? ¿No nos habian dicho en la primera, y segunda parte de Toy Story que los juguetes estaban hechos para divertir a los niños, para que los niños los amen y jueguen con él? ¿No es lo que Woody le dice a Jesee cuando ella se siente abandonada por Emily, sino con ese pretexto la vaquerita no debería haberse ido con Andy, sino buscar a su dueña pese al rechazo que esta había demostrado al dejarla en un campo? Yo ya esgrimí todos estos argumentos, y no lo puedo convencer... no sé cuál es la opinión de ustedes, lectores.


Por último otra discusión, y aleatoria a la anterior, es la ausencia de varios muñecos de las dos primeras entregas, ya sea Betty la pastora, la pantalla táctil, o el auto a control remoto... claro que esto está explicado en que durante años, la mamá de Andy fue regalando algunos muñecos, o se fueron extraviando, cosa lógica, sobre todo en pos de lo que quiere mostrar la historia ¿O no? Ahí ya ni yo estoy tan convencido.


En definitiva esta tercera entrega vuelve a tratar los temas que ya fueron tocados anteriormente, la amistad, el sentimiento de abandono, el crecimiento, y por qué no, el sentido de la vida... de los juguetes. Y lo vuelve a hacer con la majestuosidad de las anteriores, y a la que Pixar nos tiene ya más que acostumbrado.


Como ya lo había señalado cuando el año pasado escribí sobre Up, sus historias no son simplemente relatos de dibujitos, van mucho más allá, y uno se las puede imaginar perfectamente como films de personas. Pixar demuestra que film de animación no quiere decir film menor. Otra persona, me ha señalado que tanto alabar a Pixar y criticar a Dreamworks demuestra que estoy centrado en la animación hollywoodense. La cuestión es que sí miro bastante animación llamémosla “independiente”, internacional, y hay cosas mucho más artísticas que Pixar, verdaderas obras de arte, ensoñaciones de la vista, tramas aún más complejas que un film tradicional... pero nunca vi que una trama se asemejara anto a la realidad, a los sentimientos humanos como lo hace Lassetter y compañía.


En cuanto a la animación estrictamente hablando, ya ha alcanzado un punto que parece inmejorable (aunque uno nunca sabe), sino díganme si Lotso no parece un oso de felpa en serio, o si el bebote no es como el que cualquier niña tuvo. Y la posibilidad de verla en 3D nos entrega la profundidad de escena y textura, más que el simple hecho de arrojarnos cosas a la cara, casi, casi, como si estuviésemos en una obra de teatro. Como ya lo había señalado antes, Pixar logró instalar otra película dentro de la lista de mis preferidas, y parece que szu genio no se agotara nunca.


Otro tema es el corto del comienzo, el que antecede a cada film de Pixar, en este caso Día y noche, en este caso una obra maestra... ba, como todos (o casi todos) esos cortos. En este caso nos cuenta la historia de dos personajes (muy similares al viejito de La pantera rosa o el de la propaganda de cotonetes), blancos, pero que en su interior uno nos muestra el día, y el otro la noche, como sentidos opuestos, como contraposición... hasta que llega el amanecer y ambos se encuentran en el mismo punto, y luego cada uno experimenta lo que vivió el otro; todo con un perfecto sentido de lirismo. Brillante.
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miércoles, 7 de julio de 2010

La Comedia se hace de a dos





Antes de empezar con el tema principal de esta reseña, quiero dedicarle unas líneas al tema del mes anterior, debo decir que he agregado un nuevo ítem en mi lista de películas favoritas, Toy Story 3 es una nueva comprobación de que Pixar es por lejos el mejor estudio de animación, y que esta saga es lo mejor de su producción. Otra vez el tema del abandono, de la soledad (si, es cierto, con un poco más de melancolía que las anteriores pero sin caer en golpes bajos), del valor de la amistad, de estar unidos hasta las últimas consecuencias; y mechados con un trepidante y excelente clima de aventuras... y para qué hablar de los personajes, los que ya estaban se enriquecieron, y hay una amplia variedad de personajes nuevos llenos de capas riquísimas. Si algún otro film (no solo de animación) logra igualar los primeros 10 minutos, y la secuencia que sigue, en el baúl del altillo, seguimos hablando (superior en emoción al comienzo de Up, y eso ya es decir muuucho).



Es verdad, Pixar es el único capáz de lograr que al minuto de empezado el film nos olvidemos que se trata de “una de dibujitos”, un gran film hecho y derecho (aunque mi hermano le achaque algo al final de la historia... claro que aquí no lo voy a comentar).



Párrafo aparte para el corto Día y Noche que antecede a la proyección, dos palabras, Obra Maestra.





Pero este mes el tema es otro, No puedo dejar de ver cine cumple 1 año de su primera publicación, y para festejar que mejor que la risa, y para risa que mejor que una comedia, y para comedia que mejor que hablar del DÚO cómico por excelencia; si, este número se lo dedico a Olmedo y Porcel.



Si bien ya habían estrenado películas juntos y por separado, las llamadas “películas del dúo” comienzan en el ’73 con Los Caballeros de la cama redonda (si bien aquí el dúo está acompañado en igual nivel protagónico por Tristán y Chico Novarro), y se afianzaría ese mismo año con Los doctores las prefieren desnudas.



No sé ustedes, pero ya el hecho de ver el anuncio y escuchar la musiquita clásica de la productora Aries me llena de emoción, y hasta cuando veo alguna de la misma sin que sea de ellos, siento como una desilusión.



Muchos dicen que estas películas no tienen punto de comparación con sus labores en los programas de televisión, que en ellos se los veía más frescos, espontáneos, menos atados a un guión; pero yo no veo la diferencia, las tramas de estas películas eran las simples excusas perfectas para que estos dos genios desplegaran todas sus armas de humor.



La fórmula era clásica, Alberto era (o pretendía/decía ser) el gran ganador, el que no perdonaba a la que se le pusiera adelante; y Jorge era el amigo compinche, un tanto más tímido, varias veces subestimado por su amigo, eso sí, ambos eran los reyes de la noche. Nadie tenía tantas anécdotas vividas durante largos momentos de farra (muchas veces momentos patéticos como ser embaucados por sus respectivas amantes, pero que ellos contaban como grandes hazañas); pero en esta hora y media, los íbamos a ver fracasar en el intento una y otra vez.



Al fin y al cabo todo se trataba de conquistar mujeres, de una competencia de conquistas, de poder alcanzar eso que sabían que no podían tener. Y la mujer como simple objeto del deseo, sin más pretensiones que esas; y aquella que tenía más pretensiones era una rayada; y el público no las tildaba de misoginia, cosa que no quiere decir que esté bien (así como también había mucha homofobia), pero así era la época. El hombre, aún muy poco agraciado, con labia podía conquistar sexualmente a la mujer que quisiera, que caería rendida a sus pies en un psicodélico frenesí; eso sí, sólo se trataba de sexo, ni hablar de sentar cabeza.



Y si hablamos de mujeres, la primer dupla femenina afianzada fue la de Ethel y Gogó Rojo, sin duda en total segundo plano respecto a los capocómicos, primero como esposas en Hay que romper la rutina, y un año después como objeto de infidelidad frustrada en Maridos en vacaciones; salvo alguna frase suelta, jugando a una extrema inocencia, la cuestión humorística era 100% de la pareja masculina. Es en estas dos películas donde mejor queda retratado el tema social de la frustración sexual, el hombre aburrido de la cotidianeidad que sale a buscar en el afuera (en el afuera del matrimonio) un escape, que lo haga sentir soltero otra vez, libre, sin ninguna atadura marital, ni laboral. La impotencia en su mayor expresión.



Luego llegaría la etapa del dúo femenino que les haría frente, en más de un sentido, el más recordado, la eterna disputa entre la rubia y la morocha pero vista desde la mirada del hombre, Moria y Susana, Susana y Moria... para que no haya problemas de cartel.



Lo primero que llama la atención, como dije, son los títulos, el cartel, los cuatro juntos a la misma vez, como para dejar en claro que no había protagonismos absolutos; y después las innumerables tomas (que a la vista del espectador hasta quedan descentradas) en donde se los incluía a los cuatro a la vez, todo apretado para que nadie quedase fuera de escena.



Y es con ellas con las que, para mí, hacen el trío de comedias insuperables, Expertos en pinchazos (esta con Moria sola), A los cirujanos se les va la mano, y Las mujeres son cosa de guapos. Es verdad que hay películas anteriores en las que trabajaron juntos, como Los hombres sólo piensan en eso (Olmedo, Porcel, y Giménez), El gordo Catátrofe y Te rompo el rating (Jorge y Moria), Amante para dos (Olmedo y Casán), y Mi novia el..., Basta de mujeres, y El rey de los exhortos – tal vez la de mejor argumento - (Alberto y Susana), pero estas tres ocupan un podio, el dúo explota al máximo su comicidad, las mujeres no se quedan atrás y tienen sus muy buenos momentos (a decir verdad, estas dos los tienen en todas las películas), y las frases más recordadas, aquellas que repito una y otra vez y que ya forman parte de mi vocabulario, pertenecen a ellas.



Después están el resto, en mayor o menor medida, más o menos logradas, películas de Porcel solo con un tono más inocente (que no por eso las hacía más flojas, tienen grandes momentos), Olmedo sólo con un toque más romántico (grandes películas las tres con Susana Giménez, no tanto otras como la co-producción con España Mi mujer no es mi señora o Susana – Traverso - quiere, el negro también! – película que ya es hora que alguien le reconozca ser el original que se plagió en Mujer Bonita, es igual pero más graciosa - ), y las dos de Olmedo con Tato Bores en un tono de comedia muy bueno, pero distinto al que se hacía con Porcel.



Después llegamos a principios/mediados de los ’80 en los que la dupla cayó en manos de Enrique Carreras... pero de eso me ocupo más adelante. Por suerte Olmedo pudo recuperarse a último momento de la mano de Sofovich con la sátira El manosanta está cargado, Porcel no tuvo la misma suerte.



Como dije, se les pueden achacar millones de cosas, eran misóginos, homofóbicos, se burlaban de las personas más serias, las películas estaban mal filmadas, los guiones eran incoherentes y resueltos de una manera antojadiza, las actuaciones tal vez no merecerían ningún premio (aunque eso habría que reveerse); pero cumplían con su cometido, son comedias, y yo las miro y no paro de reirme, tratan temas bien nuestros, imposibles de reproducirse en filmografías de otros países (lo más parecido, tal vez sea el genial Fantozzi italiano, pero en otro nivel, y en definitiva con otros temas); sin dudas son LAS comedias argentinas.



Después de todo, quién no soñó alguna vez con pasar, aunque sea una noche, en la piel de estos adorables perdedores. Sólo me queda por decirles gracias por tan buenos momentos.







El fiasco de turno





Durante su larga trayectoria cinematográfica, el dúo cómico de olmedo y Porcel logró imponer su impronta ante distintos directores, ya sea Hugo Sofovich (para mi, el mejor, el que mejor les sacó el jugo), su hermano Gerardo, Hugo Moser, o Enrique Cahen Salaverry; y así siempre salieron bien parados, con comedias geniales como las que nombre arriba. Pero en su última etapa, un director lograría doblegarlos, conseguiría lo impensable, uno creía que este dúo no podía perder su gracia, bueno Enrique Carreras lo logró.



Carreras ya era un director experimentado en filmar “comedias” (nótense las comillas) que no pasaban de un insufrible momento ñoño, historias que al minuto de arrancadas no veíamos la hora de llegar al ansiado cartel de FIN. Partiendo de que era el único que pensaba que su mujer, Mercedes Carreras, actuaba tan bién que merecía aparecer en todas sus películas, y con Olmedo y Porcel doblaría la apuesta presentándonos a sus insufribles tres hijas.



Uno no sabe si echarle la culpa a Carreras, o a quienes escribén los pobrísimos guiones, entre los que se encuentra Juan Carlos Mesa, alguien que ha sabido escribir cosas infinitamente superiores a estas películas, por lo tanto, para mi la culpa del algún modo la tiene este director que ya venía de filmar este tipo de mamarrachos.



Si en las películas anteriores el tema era dos tipos que se creían piolas e intentaban infructuosamente levantarse cuanta mujer se les cruzase; acá la cuestión era mostrarlos como dos tarambanas bonachones que se veían envueltos en situaciones sin ningún sentido (como estar en un liceo con alumnos de 40 a 60 años, o ídem colimba); y encima si antes todo era una excusa para que ellos desplegarán sus mejores gags, ahora ellos eran una excusa para mostrar una interminable catarata de intrascendentes números musicales; si hasta parecía que estaban al servicio de otros cómicos como Sapag, Gioia, Troiani, o Hugo Varela.



ES increíble cómo se puede pasar de hacer un año Las mujeres son cosa de guapos (probablemente la mejor de sus comedias), a realizar el año siguiente Los fierecillos indomables (probablemente su peor película... no, no, ese lugar lo ocupa sin discusión Sálvese quien pueda).



Todo lo bueno que tenían sus películas, aquí parecía haberse extinguido, la picardía fue reemplazada por un tono ATP, pero Porcel ya había filmado varias del mismo estilo pero con muchísimo mejor resultado. Las mujeres, que siempre fueron un punto fuerte, aquí ya no ocupaban un segundo plano, sino un cuarto, quinto, no veríamos un hombro o una rodilla ni por joda; y a lo último cuando Carreras quiso hacer su picaresca con Atracción Peculiar demostró que mejor seguía haciendo lo que venía haciendo.



Pero volvamos al punto principal de estas películas, lo que las hacía más irritables (y no me refiero a Sapag y su imitación archiconocida de Dante Caputo), lo que hace que cada vez que las vea en su repetición (porque encima estas son las únicas que repiten) quiera romper la televisión.¿Por qué dije antes que Sálvese quien pueda es la peor de todas las películas (y a esta altura creo que me engrané y ya no me refiero sólo a las de Olmedo y Porcel)? No sólo porque los dos “protagonistas” (nótese otra vez las comillas) casi no se cruzan en toda la historia, sino porque el verdadero protagonismo recae en María, Marisa, y Victoria (a quien antes se la conocía como “Chispita” ¿Será por el de Meteoro?) Carreras, los tres seres más insufribles que ha conocido la cinematografía argentina, en esta oportunidad como tres supuestas niñas (aunque hay algunas que ahí ya peinaban canas) que le hacen la vida imposible a Olmedo el nuevo novio de mamá Beatriz Bonnet. Describir la situación me resulta imposible, es como Mi pobre Angelito pero con mujeres que pasaron sus veinte y actúan como de cinco. Aquí el premio se lo lleva Victoria, la más joven, la que siempre hacía de adolescente “rebelde” con frases como “es un Buenudo, mitad bueno, mitad... boluble” más irritante que pasarse una cebolla por los ojos. Después la tenemos a María haciendo de sobrina paisana/paraguaya en El profesor Punk, o a María y Marisa en la peor



Simulación de risa de todos los tiempos (algo así como agarrarse la panza y retorcerse de arriba para abajo) en Los extraterrestres, simplemente imperdonable.



Es increíble como un sus once películas con el dúo, Carreras no logra sacarnos ni una sonrisa, salvo alguna de desesperación. Dentro de lo más rescatable encontramos Los reyes del sablazo, por el simple hecho de ser la adaptación de una come teatral clásica con los chistes clásicos de la obra y no mucho más; y el estilo Kitsch de Los extraterrestres (después de todo el alien de Las locuras del extraterrestre era más berreta).

Lo lamentable, es que sea por la causa que fuese (la muerte trágica de uno, el fin de una era o la depresión para otro), este dúo terminó su carrera filmando este tipo de películas, en las que sí, se los veía obligados a decir parlamentos que se sabían sin gracia. Y más aún, que estas películas terminaron opacando a las anteriores, y cuando muchos se refieren a que las películas de Olmedo y Porcel no son tan buenas como los sketchs televisivos en verdad se estan refiriendo a estas, las que repiten una y otra vez en la tarde de un domingo; de las otras, las geniales, cada vez van quedando menos rastros, una lástima.
No se olviden de pasar por la encuesta al costado!!!!!!!!
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