miércoles, 19 de mayo de 2010

Dela escasez de cine... y salas


Antes que nada, quiero empezar pidiendo perdón por la tardanza en esta nueva entrada a más de 15 días de haber empezado el mes... pero mayo para mi siempre es complicado; mi actividad universitaria y la cercanía de los parciales me dejan poco tiempo para otro tipo de labores, llámese escribir este blog, o directamente ver películas (ya sé que esto se llama “No puedo dejar de ver cine”, pero a veces la situación es más fuerte).


Entonces, una de las razones por la que no escribía eran los exámenes; pero por otro lado, como dije, no estuve viendo demasiado cine, y tuve mala suerte en lo poco que vi, nada verdaderamente destacable.



Aún así, la falta de tiempo no es la única razón de la escasez de films; hay determinadas razones que han influido, y mucho.



En los últimos tiempos me he sentido interesado por el cine francés, particularmente por las comedias; pero lamentablemente sucede que poder ver cada una de ellas me representa una odisea, veamos:



Bienvenidos al País de la locura, a pesar de su enorme éxito en su país de origen, aquí no tuvo demasiada repercusión, se estrenó en varias salas... de las que rápidamente desapareció, y yo que no me había avispado. Por suerte esa vez me salvó la internet y sus películas online... con horrible acento español, pero la vi.



Más tarde llegó Mis estrellas y Yo, único estreno de la semana de navidad, en pocas salas, con poquísima difusión. Pero ahora no me iban a engañar, el 23 de diciembre, con los regalos ya comprados y el pavo a punto de cocinarse, fui al cine y logré verla; genial, la recomendé, mi hermano quiso verla, y por esas cosas de la temporada baja, a la próxima semana lo logró... en una sala pequeñísima, había que dejarle lugar a Avatar.



Hace un mes llegó La gran fiesta de Cocó, por fin, luego de un montón de amagues en su estreno; previamente me había asegurado de verla online, y como me encantó, cuando se estrenó en salas, al día siguiente concurrí, aunque los que siguen este blog sabrán que no todo salió bien (sino lean la entrada del mes pasado).



Ah, me olvidaba que a la semana de estrenarse Mis estrellas y Yo, se había estrenado Cena de amigos, junto con la Cámeron; pero como estaba con los preparativos vacacionales, me fue imposible verla, y a la semana voló (y ni hablar de verla en salas costeras); por suerte mi querido y compinche hermano pudo hacerse un rato y me comentó que es muy buena: Eso sí, la de los habitantes de Pandora pude cómodamente verla cuando volví de las vacaciones y en una sala enorme.



Y todo esto me lleva a la situación actual, hace dos semanas se estrenó Dos en uno, hace desde mediaos del año pasado que prometían su estreno todos los meses, y nada; y ahora al fin... la misma semana de Carancho con el vanagloriado Darín y Pesadilla en la Calle Elm; a una semana posterior de Iron Man 2, y una anterior a Robin Hood . Pero justo era semana de parciales, venía acumulando (y sigo de hecho) muchas semanas de no pisar una sala; y entonces, me dije, espero una semana y el viernes 14 me despacho, ya había planeado ¡cuatro! Películas en un día, era una verdadera hazaña... pero el 13 hubo cambio de cartelera, y Dos en uno simplemente desapareció, o casi, quedó únicamente en dos salas en pleno microcentro a muy pocas cuadras una de la otra, y en pocas funciones. Y yo me empaco, es todo o nada, quieren obligarme a no ver Dos en uno, bueno estaba dispuesto a dos horas y media de viaje para poder ver específica y únicamente la película del argelino Daniel Auteuil, pero no contaba con un paro de trenes que truncó todo proyecto, y así me quede sin nada y escribiendo este blog con muy poca renovación cinematográfica desde la última vez que lo hice.



Ahora, hay algo que no entiendo, de parte de los propietarios de salas, es lógico que quieran darle más espacio a tanques que van a llevar mucho más público, esta bien. Pero las distribuidoras, a veces me pregunto si lo hacen a propósito, tienen estos films en una espera permanente, lo promocionan varias veces y no concretan su estreno, y cuando finalmente lo hacen, resulta ser en una semana apretada entre varios tanques (lo que lleva además a poca cantidad de salas), o a semanas en las que se sabe que solo un loco como yo iría al cine.



Para consolarme, mi vieja me dice, “no te preocupes, después la conseguís en el videoclub”, si claro, en el videoclub que trae las películas que nadie trae y que queda en... mejor me guardo las malas palabras; o por ahí en el cable, eso sí, si no se tiene un canal premium es mejor olvidarse.



Yo tomé las comedias francesas como un botón de muestra, pero esto es lo que sucede con muchos films que no encuentran lugar en la cartelera, o que lo hacen escuetamente, como si se nos hiciera un favor para poder verlas en una sala.



Después, claro está, el problema de los que vivimos del otro lado de la General Paz, no tenemos ninguna posibilidad de ver este tipo de películas, ya no existen las salas de barrio, y los megacomplejos no están dispuestos a ponernos films que hagan que sus espectadores no compren pochoclo o compre cualquier chuchería en el shopping en cuestión; salvo que uno esté dispuesto a varias horas de viaje, y a pleno día, porque a la noche nos quedamos sin transporte... o por qué se creen que ni hablo del BAFICI.



Es lo que me pasa, así me deja el no poder ver cine, decidí que era mejor contar mi descontento ante la situación de un cine no abierto a las grandes mayorías (aunque, vamos, tampoco es que las comedias francesas sean “cine arte”, pero es así), que reseñar algunos de los insignificantes films que pude ver.

Por suerte no todas son pálidas, y mayo tuvo una noticia cinéfila que me alegró, volvió Filmoteca, temas de cine a la pantalla de la TV Pública, así que por lo menos, todo lo alejado del cine que estuve durante el día, lo recupero a la medianoche de la mano de Fernando Martín Peña y Fabio Manes y toda esa gama de grandes films, de los cuales no hago reseñas porque sería inútil después de escuchar a estas dos bibliotecas vivientes del cine, un aplauso para ellos y para la pantalla de Canal 7 que sigue mejorándose. Ahí también sucede algo parecido a lo anterior, ¿en qué otro canal puedo esperar ver la calidad de films que pasan en Filmoteca y el posterior Cine para todos?; pero sería empezar otra vez con lo mismo.
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El fiasco de turno



Y como si la nota anterior no hubiese sido bastante negativa, acá estoy otra vez para hablar mal de una película, para recomendarles de qué título deben huir, o por lo menos a mi parecer, ya que este “Fiasco de turno” es especial, porque se trata de una película que por lo general ha tenido buena aceptación, pero a mi simplemente no me gustó.


Hacía ya tiempo que venia escuchando hablar bien, y hasta me la recomendaban personalmente, de una película de 1997 llamada Funny Games, una especie de hito del cine de terror proveniente de Austria, y que, según muchos, junto con Scream, Vigila quien llama habían logrado darle un nuevo aire al alicaído género. Pero esa película nunca se había estrenado en mi país, y me resultaba realmente difícil conseguirla.


En el año 2008, su director, el gran Michael Haneke (La cinta blanca, La profesota de piano) realizó una remake para EE.UU. con idéntico título, pero que tampoco se estrenó por estos lares.


Por lo tanto, cuando finalmente logré enganchar esta segunda versión en la TV por cable, mi expectativa era bastante grande... pero los resultados no acompañaron.


Cabe aclarar que ya conocía la intención que el provocativo Haneke había tenido al contarnos esta historia, mostrarnos violencia extrema y situaciones límites para demostrar el gusto por lo sádico (como reza su título en castellano Juegos Sádicos) de la platea, sobre todo estadounidense, o sea generar cierta repulsión adrede, es más hasta los personajes varias veces le hablan al espectador preguntándole si quieren ver más, o consultándonos sobre sus próximas actuaciones carniceras.


La historia nos cuenta de un matrimonio tipo con un hijo que decide ir a pasar un fin de semana a una casa alejada en un country isleño. Todo marcha bien hasta que en la casa se presentan dos adolescentes vecinos que, primero buscan cualquier excusa para no retirarse del hogar, y luego pasan a someter a la familia a todo tipo de vejaciones sin explicación alguna, casi casi por entretenimiento.


La premisa prometía, era algo básico, muy al estilo hollywoodense, pero para mostrarnos lo violenta que es esa sociedad y lo brutal que es su forma de divertimento. Ahora el problema, para mi, pasa especialmente con este segundo punto.


Yo no sé si es que la película la vi fuera de tiempo (aclaro que luego vi la versión austriaca como para quedarme seguro de que no era problema de una adaptación yanqui) o que mis expectativas me engañaron, o realmente soy una persona muy violenta; pero realmente no encontré nada que no se viera en una película media, y muy por debajo de títulos como El juego del miedo, Hostel, o las francesas Alta Tensión o La frontera del miedo.


Ahora eso estaría bien, hasta podría agradecer el hecho de no ser una hora y pico de torturas sin fin y sin sentido; pero la cuestión es que la historia ni siquiera me produjo cierta sugestión, nerviosismo... y la verdad es que apenas si la seguí con interés.


Durante la primera media hora la película se sostiene muy bien, hay un clima de opresión perfectamente logrado, y todos sabemos que algo va a pasar... y que va a ser muy feo. La escena que con los jóvenes pidiendo huevos (ojo, literalmente una docena de huevos para la madre de uno de ellos) a Annie y cada vez se va poniendo más extraña, debe ser de las escenas más fuertes de la historia del suspenso, hasta llegar al límite de la tensión cuando finalmente develan sus intenciones. Pero a partir de ahí, la cosa se va diluyendo, se pierde esa tensión y va cayendo en baches narrativos que llegan a exasperar... del aburrimiento.


Sí, hay escenas con contenido fuerte, y hasta podríamos decir que se riompe uno de los “códigos morales” del cine de terror, pero más allá de eso, se cae en cierta reiteración, la cosa no avanza, y pareciera que se4 quedaron sin nada que decir desde el minuto’40; todo hasta llegar a un final supuestamente shockeante, pero ciertamente previsible.


Otro punto que juega en contra, es cierta inverosimilitud en las situaciones... y no me refiero solamente a los interminables monólogos que los asesinos hacen a sus victimas o a los espectadores. Los personajes de la familia pecan de demasiada inocencia, uno siente que más de una vez podrían escapar de ese calvario, y sin embargo, cometen error tras error.


Fuera de la historia, los rubros actorales en ambas películas están muy bien (pese a que Michael Pitt como asesino ya se transformó en un lugar común), realmente transfieren ese sadismo o temor que deben sentir sus personajes; al igual que los sobresalientes rubros técnicos manejados con luminosidad/superficialidad o crudeza según la ocasión, llegando al climax de la opresión. Aquí el problema no es el cómo sino el qué se cuenta.


En un momento, uno de los asesinos, durante uno de sus monólogos sobre la violencia, le dice a sus víctimas que no hay que olvidarse del factor entretenimiento; eso mismo debería saberlo Haneke (el cual cuenta con títulos mucho más fuertes), quien pareció tener una buena idea, pero no supo como resolverla durante más de una hora.


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