Este mes estuvo bastante cargado de fiascos, pero de un par de ellos ya me referí en mi reseña de los Oscar; decidir entre Vivir al Límite, Preciosa, o Un sueño posible, cuál es peor, es una tarea casi imposible; si me garran a las apuradas diré que la peor es esta última por la cual Sandra Bullock se llevó un inexplicable premio a mejor actriz, una película hiriente llena de frases racistas y discriminadoras, que encima toma al público por idiota haciéndole creer todo lo contrario, penosa.
Entonces, me voy a referir a otro fiasco, en este caso uno argentino/español, estoy hablando de Tocar el Cielo, la cuarta película de Marcos Carnevale, una película que le rinde honor a la palabra bodrio.
Resulta que Facundo Arana vive en la Argentina y se casa de compromiso con una española para que esta pueda adoptar un niño. También vive en Argentina, su abuela paterna, China Zorrilla, una mujer de clase alta, simpática, y encerrada entre cuatro paredes.
Por otro lado, en España vive Chete Lera, hijo de China Zorrilla (y peleado con ella), y tio de Arana, quien a su vez mantiene una relación de amistad con Betiana Blum, especie de madre sustituta de Arana (ya que los padres de él, amigos de Lera y Blum murieron en un accidente).
A su vez, Lera, que es socialista, tiene una relación amorosa con una compañera de la facultad de su hijo, mucho menor que él; y hablando del hijo, este parece ser todo lo opuesto al padre, lo que causa conflicto.
Y no nos olvidemos de la esposa de Facu, quien viaja a un pueblito para que le entreguen un bebé, y una vez allí, la madre biológica parece arrepentirse.
Ah, y Betiana Blum tiene cancer terminal.
A esta altura, ante tanta enredadera de relaciones, acordarme del nombre de los personajes es imposible, así que, perdón.
La historia parece querer hablar de los lazos familiares construidos, aquellos que no vienen impuestos por a cosanguineidad, pero hace aguas por todos lados; por que son muchos personajes, porque sus relaciones son inentendibles, porque tiene problemas de audio, y encima porque no se ahorra ningún golpe bajo.
Ni siquiera la buena interpretación de Betiana Blum, y la breve intervención de China Zorrilla, salvan a esta película de hundirse en los más hondos pantanos del aburrimiento.
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