En el medio de toda esta situación, había una película, La gran fiesta de Cocó, y por suerte previamente la había visto online.
Cocó es un popular personaje francés que Gad Elmaleh (Mi otro yo, Dama de lujo) ya lleva desarrollando en sus espectáculos de stand-up hace muchos años; y este es su salto a la pantalla grande. Por lo tanto, la película es él... y todo una gama de excéntricos personajes que giran alrededor suyo.
Todo empieza cuando el protagonista pretende organizar el Bar Mitzvá de su hijo que aún tiene doce años. Pero el tema es que Cocó no es una persona como cualquiera de nosotros, es un multimillonario arrogante, egocéntrico, excéntrico, y falto de todo buen gusto; por lo tanto no se conformará con una reunión para familiares e íntimos, sino que pretende llenar un estadio de fútbol con invitados, y declarar un feriado provincial para el día posterior.
La película nos muestra una serie de situaciones hilarante ligadas a este hecho; pero también se deja un lugar para la crítica y la sátira social mordaz.
En cierto punto la película tiene similitudes con Ladrones de medio pelo, una genialidad de Woody Allen; ambas contienen en sus historias la cotidiana vacua vida de la burguesía, acentuado aún más en el hecho de contar con el punto de vista de un “rico nuevo”, ese tipo de personajes incómodos dentro de un ambiente claramente ajeno, personas que aparentan tener una clase que no tienen, Tracy Ullman en aquel film, Elmaleh y familia en este.
Pero el hecho de ser un film francés (no norteamericano) le agrega un ingrediente extra, y es mostrar la adoración que la clase alta internacional le rinde a EE.UU., hasta mechando frases enteras en inglés para mostrar el ridículo de la situación. Gran comedia.
Por otro lado, se encuentra en cartelera otro film que también trata a la burguesía desde un punto de vista decadente. En este caso, la argentina Dos Hermanos, la más reciente película de Daniel Burman (El Abrazo Partido).
Es la historia de Susana y Marcos, hermanos, y empieza con la muerte de la madre. Susana tiene una pequeña empresa de bienes raíces, seña departamentos que luego no puede pagar; pero con una casa en Villa Laura, Uruguay, firmó un boleto de compraventa, por lo tanto ahora debe completar el precio, o perderá lo depositado. Para eso recurre a Marcos, quien vivía con su madre, le vende la casa familiar, y prácticamente lo envía a vivir al Uruguay.
De ahí en más la trama gira en torno a encuentros y desencuentros entre estos dos hermanos, una historia mínima que sirve como pretexto para hablar de las relaciones fraternales, y como ya dije de la decadencia de una clase social.
Susana es un personaje que vive fuera de tiempo, que no reconoce el hecho de ya no pertenecer a una clase social que una vez la cobijó. Un ser tan patético como adorable, capaz de colarse a un evento social para robarse comida y una botella de champagne que luego tomará del pico; como en determinado momento se lo reprocha su hermano, es un personaje que perdió gusto, una grosera.
Marcos, por su lado, es aquel reprimido que por primera vez se siente libre, que puede hablar por sí mismo; se ha librado de su madre, pero ahí llega su hermana para volver a taparlo, ara otra vez dejarlo en segundo plano. Villa Laura será su refugio, su lugar de encuentro consigo, mientras Susana no se cruce en el medio.
Una relación de odio, de amor, de repelerse, de atraerse, una historia de hermanos encuadrada dentro del patetismo de clase.
Decir si Graciela Borges o Antonio Gasalla actúa mejor que el otro, es imposible, son dos composiciones magistrales, dos grandes actores jugando a lo que mejor saben, la película es su juego, y como en todo juego los momentos de cruces son los mejores. Pero igualmente, quien gana la partida, sin dudas, es Burman, quien con un guión repleto de referencias y diálogos chispeantes, que combina la mejor tradición del grotesco estilo Doria/Langsner con mucha carga dramática, logra una puesta de escena llena de sutilezas y detalles que parecen menores pero no lo son; además por supuesto de lograr una excelente marcación actoral que no solo se demuestra en los dos roles protagónicos, sino en la rica gama de personajes secundarios. Un film para el deleite del buen cine.
En definitiva dos obras que nos muestran desde perspectivas distintas las flaquezas de una clase social extravagante, acostumbrada a aparentar. Larga vida al grotesco.
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