jueves, 14 de octubre de 2010

Al maestro con cariño

El último 12 de septiembre falleció uno de los más grandes directores y críticos de la historia del cine, no solo francés, sino mundial; estoy hablando de Claude Chabrol. Por eso en este mes quiero rendirle un humilde homenaje recordando brevemente quién fue, y principalmente revisando la que, para mi, fue su mejor obra, Gracias por el chocolate.

En lo personal, Chabrol es uno de mis directores preferidos, mi gusto particular por el cine francés (de lo cual ya di cuenta en las entradas anteriores) es en gran parte debido a toda su obra que fue pasando por distintas etapas; y principalmente se destacó, a mi gusto, como uno de los grandes maestros del suspenso, a la altura del magnífico Hitchcock y sus mejores obras (con el cual siempre fue comparado).
Gran amante de la literatura y el arte en general, lo que se reflejará en sus refinados relatos cinematográficos, Chabrol logra destacarse por primera vez como crítico en la prestigiosa Cahiers du Cinema y ya allí se percibiría su pasión por el mítico director inglés de Vértigo, llevándolo a realizar un film teórico sobre este personaje junto a otro compañero de Cahiers..., Eric Rohmer.
A partir de allí, y fundando una productora propia, su carrera como director despegaría; primero como uno de los más destacados dentro de la corriente de la Nouvelle Vague, de la cual se destaca Los primos un trágico relato de suspenso (algo que se repetiría en toda su filmografía) la cual forma un díptico con El bello Sergio (su considerado primer film). Durante esta etapa priman los grandes triángulos amorosos que desembocan en un mal camino, repitiendo varias veces los personajes de Paul, Charles, y Helene.
Pasando por películas bien pequeñas, casi caseras, a otras de estructura más amplia con grandes estrellas del cine; siempre se mantuvo fiel a sus relatos intimistas.
En 1995 aparece quien sería su musa para el resto de sus films, Isabelle Hupert, junto a ella filma esa gema llamada La Ceremonia, con la que llevaría al súmun el personaje femenino dominante, centro de la historia, frío y calculador, que repetiría en otras obras como aquel opus de “pareja de estafadores” No va más.

Y todo esto nos lleva al año 2000 con Gracias por el chocolate, nuevamente con el protagónico fuerte de Isabelle Hupert cumpliendo el rol de esas mujeres que terminaron marcando su carrera, no solo con Chabrol.
Aquí Hupert es Mika Müller una empresaria que maneja una fábrica de chocolates... y también maneja a la familia compuesta por André Polonski, interpretado por Jacques Dutronc, pianista casado en segundas nupcias con Mika, y el hijo de este con su primer esposa Guillaume (Rodolphe Pauly). Desde un comienzo vemos como Mika, con pequeñas miradas y frases cortas maneja toda la situación, planea que nada se salga de control.
Todo se complica cuando a su calculada vida llega Jeanne Pollet (Anna Mouglalis), quien dice ser la verdadera hija de André (por un cambio en el hospital con Guillaume)... pero esta confusión no es el centro del relato, Jeanne participará en la vida de la familia Polonski - ¿será casualidad la comparación de ese apellido con la del director de El pianista, también acostumbrado a los personajes femeninos centrales? –, y Mika se verá amenazada, más aún cuando Jeanne sospeche y descubra el secreto detrás de esa piedra con rostro de pelirroja... contar más sería un verdadero crimen.
La película, de una construcción casi teatral, y basada en una novela de Charlotte Armstrong, se destaca por la suma de detalles; esa construcción tan francesa de diálogos justos (lo que no quiere decir pocos, sino importantes), clima frío, cortante, importantes silencios, y situaciones minimalistas.
La anécdota parece sencillamente una pequeñez, es más, como dije, lo que podría dar lugar a una trama más extensa como el cambio de bebés, prontamente pasa a un segundo lugar para observar el duelo entre estas dos féminas por tomar el control... o por lo menos es lo que presiente Mika.
Pero dentro de esa sencillez es donde mejor se mueve el gran Claude Chabrol, inmiscuyéndose en el entramado familiar, y más precisamente en las miserias de uno y otro.
Lo que queda es un gran film que logra mantenernos atrapados aún con mínimos recursos, sin grandes artilugios, ni vueltas de tuerca, sin engañar al espectador; eso si, atrapándolo en su red como Mika hace con los suyos; un gran relato dramático de suspenso.
Detrás de esto, como dije, una crítica social a las apariencias, al conservadurismo, al extremo al que se puede llegar con tal de mantener el status quo.
En cuanto a la puesta de escena, minimalista en extremo, es un clásico de Chabrol, la decoración ampulosa y seca a la vez en donde priman los colores pasteles, apagados y un cierto brillo apagado, tal vez una muestra de lo que va sucediendo alrededor del mundo de su personaje central.
Junto a la escenografía, la música (poca y precisa) y la dirección de fotografía terminan de conformar ese clima ascético, de un orden que se va derrumbando con la presencia de lo nuevo.
En cuanto al rubro actoral, bueno, ya dije, esta Isabelle Hupert y un gran director de actores como fue Claude Chabrol. Cada uno cumple su justo rol como si fuese una partida de ajedrez perfectamente planeada previamente. Jacques Dutronc y Rodolphe Pauly cumplen intensamente los roles de la inocencia que poco a poco va cayendo en conocimiento y verdad; al comienzo del film uno no puede creer como André y Guillaume son tan pasivos ante el dominio de Mika, pero al finalizar el film, algo se habrá quebrado en ellos.
Anna Mouglalis realiza una Jeanne Pollet ideal, el personaje de la juventud amenazante, la nueva que capta la atención de todos, y que encima parece no caer tan fácilmente en los fríos encantos de Mika; ella será el motor desencadenante, la que no descansará hasta derribar la máscara de la matriarca familiar.
Y bueno, Mika, ¿qué decir?, parece un personaje delineado a la imagen de Isabelle Hupert, hay algo sensual en su frialdad (quienes recuerden La profesora de piano sabran de qué hablo), en su dominación; nada en ella está librado al azar, realmente una mujer de temer; y a la vez un ser sofisticado, que a simple vista puede resultar agradable, cálido... en lo personal ÉL rol de Isabelle Hupert, sencillamente per-fec-ta.
Detrás de toda esta maquinaria se esconde el genio de Chabrol, su presencia se siente a lo largo de todo el film, como alguien que dirige la batuta para que nada escape de su control (¿cómo un Mika masculino?); y de este modo imprimió su sello a cada una de sus obras, haciéndolas indiscutidamente propias. Es de esos directores que a los cinco minutos de iniciado el relato uno sabe que es un film suyo, y eso es algo que solo logran las grandes personalidades.

Gracias por el chocolate tal vez no sea su obra más recordada, la más elogiada; pero eso mismo es lo que la hace grande, es un gran film envuelto en un envoltorio pequeño simple. Cuando uno tiene un gran regalo que entregar no importa hacerle un gran paquete, porque lo que importa es la esencia, el regalo en sí; Claude Chabrol nos regala una gran obra, una película inmensa, una excelente filmografía. Adiós maestro, y gracias...
EL FIASCO DE TURNO
Bueno, abandonando tanta solemnidad, la verdad es que es casi un insulto escribir sobre la película a continuación, después de hablar de semejante obra maestra... pero la sección está y algo hay que hacer.


Siguiendo en la línea del suspenso, y como si fuera poco, en las comparaciones con Alfred Hitchcock, el fiasco de este mes es Enterrado (ojalá fuese una realidad y no solo el título del film en cuestión).


Bueno, la cosa es así, Ryan Reynolds (Blade Trinity) es Paul, un camionero que participa en una misión de reconstrucción en Irak enviado por el Ejército estadounidense. El asunto es que un grupo de insurgentes parace apresarlo y lo encierra en un ataúd varios metros bajo tierra y con solo la mísera ayuda de un Blackberry con poquísima batería para poder comunicarse al exterior, un encendedor y una petaca. De mientras los insurgentes aparentemente piden una importante suma de rescate. La cuestión es ¿cómo hará Paul para huir de ese suplicio?, y no la cuestión por la importancia, sino porque es la única cuestión, o sea...

Influenciado por la abultada crítica que compara a su director (el español Rodrigo Cortés) al nivel de, como anticipé, ¡Alfred Hitchcock!, concurrí al cine entusiasmado esperando ver una de intriga y tensión que me carcomiera los nervios... resulta que cuando terminó el bod...la película realmente (y por varios días) pensé que el film dos horas y cuarto (conte mal por los muchos avisos y avances), para darme cuenta ahora que escribo esta reseña y reviso la ficha técnica que tan solo dura 95’, poco más de hora y media; lo cual habla que realmente me parecieron interminables.

Desde hace unos años, Hollywood (porque creer que esta película está fuera de la esfera hollywoodense es, como mínimo, risueño; si bien acusa producción mayoritaria española) viene impulsando una idea/moda de películas aparentemente hechas con centavos, experimentales, con guiones supuestamente originales, filmadas con cámaras de menor calidad, y con cierto ritmo frenético para darle la falsa sensación de algo casero, y hasta algunas se “animan” a un supuesto tinte documental... siendo sinceros, la primer película pudo sorprender, aún no siendo una gran cosa, El proyecto Blair Witch por lo menos parecía original (y más aún su forma de promocionarse como algo real)... pero al film vigesimoquinto como que empieza a sonar rancio.

Open Water, A la deriva (¡era igual a Open Water!), Cloverfield (con un monstruo con más presupuesto que cualquier película promedio), Rec 1 y 2, El descenso, Abducciones, Actividad paranormal 1 y 2, El último exorcismo... Uff.

Como si fuese poco (en realidad, primordialmente) estas películas se basan en un esquema de publicidad extrema, venderse dónde y cómo puedan, casi como un producto publicitario más que un film en sí. Y dentro de esa extensa publicidad se incluye los elogios varios, los supuestos miedos (por lo realista) del espectador en todas partes del mundo previamente (cuando después terminamos enterándonos que se estrenó en poquísimos lugares, como esta), y las críticas infladas (¿en serio, Hitchcock, con qué necesidad?).

Fuera de esta maquinaria lo que suele quedar es un engaño, películas fácilmente olvidables y que hubiesen sido lo mismo que ver el video del cumple de la tía Raquel... y la certeza de que el film será bueno si hay una buena mano detrás de cámara (como es el caso de Jaume Balagüero en las dos Rec), y no im plemente por ser filmada como si el director tuviese parkinson (las filmaciones caseras no salen tan movidas), o por el contrario, como si no hubiese nadie detrás de cámara (como en esta película).


Yendo a Enterrado específicamente, la película parece un cúmulo de errores y lugares comunes, y una trama que, desde ya no da para más de un corto de 15 minutos como muuucho.

La tensión y la preocupación por lo que será de nuestro personaje se aguanta, seamos generosos, la primera media hora, luego, seria bueno que cada espectador cuente en la entrada con una pala para poder ayudarlo y así terminar con el soponcio; no ay tensión tal, sino nerviosismo, exasperación, que es trasladada al espectador que no ve la hora de vislumbrar los créditos finales.

Imagínense ver una de las millones de secuelas y copias de El juego del miedo, pero con un solo juego o tortura durante todo el film, en definitiva, a lo largo ya no nos importa si se muere ahogado, si la tierra le tapa los pulmones, si un iraquí le pega un tiro, o si se prende fuego con la petaca y el encendedor, lo único que importa es que pase algo, que cambie o termine.

Por otro lado, la historia parece querer jugar al engaño, a la vuelta de tuerca, a la inseguridad de no saber por qué terminó en esa situación; bueno, avísenle al guionista que a nadie le puede interesar eso cuando tenemos hora y media de ver a un tipo en permanente primer plano intentando escapar de un reducidísimo espacio. Sinceramente ¿Qué me importa cómo y por qué llegó allí? Que salga de una vez. Perdón que e violente un poco, pero esa es la sensación de exasperación que trasmite la ¿historia?.
Por ahí se anda comparando este mamarracho con el genial opus 8 a la Deriva del director de Marnie, bueno caer en lo mismo sería imperdonable para mi persona. Simplemente no tienen punto de comparación, Hitchcock imprimía real tensión a sus obras, uno ya esperaba esa vuelta de tuerca que trastocara todo lo visto, de alguna manera, al ver sus películas, no se puede despegar los ojos de la pantalla, como algo hipnótico, iconográfico. Con enterrado pasa lo contrario, a tensión dura lo que un suspiro (y no uno muy largo), la vuelta de tuerca o intriga no parece importarle a nadie, y a la media hora mirar la luz verde del cartel de “Salida de emergencia” en la sala parece una mejor opción; tal vez lo único rescatable (además, eso sí, de cierta meticulosidad en el escape) sea que a las pocas horas de erla uno ya no recuerda con exactitud de qué se trataba y eso que no ay demasiado que recordar).
Como aclaré, el tema del escape o la salida del ataúd, pareciera estar contado con cierta meticulosidad o detallismo, lo cual juega a favor, pese a que recae en ciertos errores o inverosimilitudes (lo cual sería perdonable en pos del mejor ritmo del film, cosa inexistente aquí).
El rubro técnico, en general, es correcto, aunque repetidas veces pareciera que todos abandonaron el set y solo quedó Reynolds poniendo su carita en la cámara constantemente.
Hablando de Ryan Reynolds, el actor de La propuesta, Definitivamente... tal vez, y la próxima Linterna Verde, no arece sentirse muy cómodo con tanta exposición frente a las cámaras, y algunos momentos parecen cuasi mecánicos; tal vez el suspenso (que no permite desplegar el carisma del que hecha mano en todos sus films) no sea donde mejor se mueva.

No es cuestión de resultar severos, pero comparar esta pelícua, con grandes obras maestras del suspenso, y a semanas de la partida de Claude Chabrol, no pareciera merecer otro calificativo que insulto.

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