jueves, 12 de agosto de 2010

Una cierta mirada

Y pasó julio... y otra vez me volví a retrasar con la reseña. Sucede que hay meses en los que la escasez de buen material fílmico hace que me cueste encontrar algo destacado para comentar, como venía retratando meses anteriores; pero en contraposición, hay meses en que pareciera que todo el aluvión de muy buen cine sale de golpe para sorprenderme, y así compensar (¿?).

Bah, todo esta cosa extrañísima viene en alusión a que en este mes no me podía decidir sobre qué película/s escribir, y hacerlo sobre todas hubiese sido imposible. Entonces pensé en atar la mayor cantidad posible sobre un hilo común... sin más vueltas, acá vamos.

Hace un tiempo, una publicidad nos decía que “la primera impresión es lo que cuenta”, ahora, ¿es esto cierto?, ¿qué importancia tiene la primera observación, tal vez prejuiciosa, que se hace sobre una persona? Reconocer que somos como nos miran los demás, y más en una primera impresión sin siquiera conocernos, sería reconocer que somos seres unidimensionales.


En El gusto de los otros de Agnes Jaoui (uno de esos films malditos que hace muchísimo quería ver y nunca podía), tenemos la historia de Jean-Jaques Castella (un excelente Jean-Pierre Bacri) un empresario casado, con una vida de por más rutinaria, y que como está por cerrar un trato muy importante cuenta con un guardaespaldas, además del chofer suyo y de su esposa. Para cerrar ese trato se decide a aprender inglés, y es ahí cuando conoce a Clara (Anne Alvaro) su profesora, también actriz no muy profesional; pero cuando Castella la vea en una de sus obras de inmediato quedará prendido a ella, casi como una obsesión.

La cuestión es que Clara no hace más que rechazarlo, lo ignora, lo desprecia, considera que es el ser más hueco del planeta, falto de delicadeza, fineza, arte... pero el hombre no se dará por vencido, y casi ni por enterado, y es así como se meterá en su ámbito, ira a ver mil veces su obra, se reunirá con sus amigos, hasta planeará financiar una próxima obra. Pero Clara no puede quitarse la idea que Jean-Jaques tiene menos cultura que un chiste verde.

Por otro lado, tenemos a Franck (Gérard Lanvin), el guardaespaldas, que comenzará una relación con Manie (la propia Jaoui), mesera y amiga de Clara; en apariencia muy distintos, ella parece liberal, no pretende una relación seria, sale con varios hombres a la vez (es más Franck la conoce por medio de Bruno, el chofer) y no parece ocultarlo; el guardaespaldas es lo opuesto, un hombre de ideas rectas, formal, hasta chapado a la antigua, al que le costará aceptar las ideas de Manie, y lo mismo con ella.

No hay que olvidarse de Angélique (Christiane Millet) la esposa decoradora de ambientes de Castella, ni de Bruno (Alain Chabat), y entre ellos también hay una relación o algo parecido como el entendimiento mutuo.

Sobre esta estructura de films de personajes sin un protagonista único, un film de realacions entrecruzadas, Jaoui nos habla de las apariencias; sobre como la idea que tenemos del otro puede hacer truncar las relaciones entre personas, no necesariamente relaciones amorosas. En definitiva habla de los prejuicios de todo tipo.

Con un ritmo agradable, llena de diálogos riquísimos y una excelente marcación actoral (además de un elenco sobresaliente), El gusto de los otros rescata lo mejor del estilo del cine francés, excelente comedia.

También en Francia se ubica El placard, la sobresaliente comedia del 2001 de Francis Veber.

Esta vez su eterno personaje François Pignon (Daniel Auteuil) es un empleado de una fábrica de derivados del caucho ignorado por todos, menospreciado, hasta por su propia familia. Un día se entera que la empresa piensa despedirlo, pero ese mismo día conocerá a un vecino solitario que le recomendará hacerse pasar por gay, salir del placard, y de esa manera la empresa no podrá despedirlo porque se entendería como discriminación.

Puesto en marcha el plan los resultados irán más allá de lo pensado, François no cambiará su forma de ser, pero una simple foto “comprometedora” hará que la mirada de los otros sobre él cambie, no solo no lo despedirán, sino que empezará a ser respetado, a ser tenido en cuenta.

Es más, Félix (Gérard Depardieu) un compañero de trabajo totalmente homofóbico, por medio de una broma que lo hará pensar que su puesto laboral peligra, se tornará extremadamente obsesivo con caerle bien a Pignon... hasta el borde de la locura.

De esta manera, Veber nos habla de los prejuicios, de las falsas impresiones, y como la mirada que los otros posan sobre nosotros puede definirnos en nuestra personalidad; el cambio de François comenzará una vez que los otros cambien su opinión sobre él.

Ya había comentado anteriormente que Francis Veber se encuentra entre mis directores favoritos, y esta considero que es una de sus mejores películas, llena de momentos desopilantes, personajes perfectamente delineados, y diálogos chispeantes; además traspasa el límite de la comedia de enredos para plantear c uestiones más serias como las señaladas.

Justo es decir que aunque el protagoniso es principalmente del excelente Daniel Auteuil, es el monstruo de Gérard Depardieu quien se traga la película con cada una de sus intervenciones, un personaje construido a su medida y del que el actor sabe sacar todo el jugo posible. No le van en zaga a estos dos grandes los aportes de Thierry Lhermitte, Jean Rochefort, Michel Aumont, y Michele Laroque todos perfectos en sus respectivos roles. En definitiva, una delicia imperdible.

Otro que tiene problemas de prejuicio es Rafael González (Guillermo Toledo) en Crimen Ferpecto, empleado de un shopping, playboy y mujeriego, es el principal aspirante al puesto de gerente... si no fuera por un compañero que parece conseguir mejores ventas. Todo se desbarranca cuando en una pelea, Rafael mate por accidente a ese compañero y al intentar deshacerse del cuerpo sea descubierto por Lourdes (Mónica Cervera) una empleada no muy agraciada que siempre estuvo enamorada de él, pero él nunca supo siquiera de su existencia.

Lourdes lo ayudará y encubrirá... pero a su vez lo chantajeará. Así, Rafael verá pronto su vida hecha un infierno, Lourdes se volverá cada vez más posesiva, todo hasta llegar a límites insospechados.

El delirante Álex de la Iglesia como director y guionista aprovecha este perfecto marco de comedia negra para mofarse de los prejuicios sociales pre-establecidos, de los cánones esquemáticos de belleza, y por qué no de la crudeza de las relaciones laborales.

Lourdes es realmente insoportable, obsesiva, con actitudes de lo más particulares... y para qué hablar de su familia. Pero a Rafael lo que más le molesta es que su reputación como playboy quede manchada cuando la sociedad lo vea con semejante adefesio, no puede soportar ver que su vida de soltero codiciado se vea acabada ante la presencia de alguien que lo obliga a sentar cabeza y llevar una vida rutinaria. Ahí está el punto en que de la Iglesia nos desafía a pensar cuál de los dos personajes es más horrible.

Lo demás es puro disparate, comedia negra, y humor grueso que nos lleva a una franca carcajada con escenas que quedarán entre las más ridículas del cine.

Toledo y Cervera su lucen en igual medida, pero se nota una gran marcación de parte del director que maneja a sus personajes a la perfección.

No conviene adelantar mucho de las peripecias que tiene la trama, es mucho mejor ir descubriéndolas y sorprenderse con esta gran comedia del mismo director de El día de la bestia y La comunidad.


Y Hablando de obsesiones, y volviendo a Francia (a esta altura se nota, y no solo por esta reseña sino por casi todas las anteriores, que soy incondicional del cine francés), este mes se estrenó al fin Las hierbas salvajes, lo último del genial Alain Resnais.

André Dussollier es Georges Palet, un jubilado, casado con una mujer mucho más joven, con un hijo que no le presta atención, hasta casi se puede decir que lo ignora, de una existencia decididamente gris. Su pequeña anécdota comienza el día que encuentra una billetera portadocumentos tirada en un garage. El objeto en cuestión pertenece a Marguerite Muir (Sabine Azéma), una odontóloga y piloto aficionado de avión que se mueve a todos lados con un atuendo y peinado muy similar a El principito.

La cuestión es que Georges se obsesionará con esa billetera y con su dueña, aún sin siquiera conocerla, quiere devolverla y sueña con el encuentro y hasta idealiza a la mujer. Cuando finalmente se logren comunicar vía telefónica, Georges verá que Marguerite puede no ser lo que él pensaba, pero igualmente buscará por todos los medios llegar al encuentro, comenzar una suerte de relación, no queriendo reconocer que esa mujer no es lo que él idealizó. Muy pronto esa obsesión se trasladará a Marguerite... pero es mejor no adelantar.

Un film verdaderamente inclasificable, mezcla de drama, comedia, suspenso (muy logrado), y film onírico, simplemente una película de autor.

Resnais construye un film que puede no ser para todos (aunque talvez estoy siendo prejuicioso), los personajes hablan del amor y de la dificultad de encontrarlo, de las relaciones de pareja, de las obsesiones, de las idealizaciones, y de esa chispa que despierte una vida apagada, y no solo la de Georges.

El clima que va construyendo el director de Corazones, Conozco la Canción – precisamente con guión de Jean-Pierre Bacri y Agnés Jaoui -, e Hiroshima mon amour entre otras grandes obras, va in crescendo hasta atrapar al espectador en una historia que no parece entrar en la lógica de la realidad, pero igualmente logra que no nos perdamos en ningún momento, que no nos dejemos llevar por las simples impresiones, y sigamos todo con gran interés hasta llegar a uno de los finales más extraños y enigmáticos de la historia del cine e igualmente con cierta lógica precisa dentro de esta película.

Excelente fotografía, manejo actoral, muy buen manejo del clima, y grandes interpretaciones de todo el elenco general, Resnais maneja una verdadera obra hipnótica. Uno sale del cine, sin entender del todo qué es lo que ocurrió allí, pero seguro de haber visto una gran film, una obra maestra.


Finalmente cuatro grandes filmes, cuatro películas sobre el peso de la mirada externa, y cada una desde un enfoque distinto... pero todas bajo un mismo punto de encuentro, la obsesión. La obsesión sobre el qué pensarán de nosotros, la obsesión puesta en etiquetar a una persona y no poder ver más allá del rótulo, la obsesión que nos lleva a idealizar un perfección un canon que sabemos que en verdad no existe ni en uno ni en el otro.



El fiasco de turno



Y si de secuencias oníricas se trata, este mes fui a ver El Origen, la nueva película de Christopher Nolan (Memento, Batman Inicia, Noches Blancas) protagonizada por Leonardo Di Caprio.

Debo decir que mis expectativas en verdad no eran muy altas, más que nada me decidió un encuentro de amigos... pero por lo menos esperaba pasar un rato divertido en la sala, no hay nada peor que los resultados aún más bajos que las bajas expectativas.

El Origen es promocionada desde hace por lo menos un año como una revolución del cine, como una experiencia sorprendente que va a cambiar la manera en que se utilizan y se ven los efectos especiales en la pantalla, como una enigmática y compleja trama que nos iba a volar la cabeza. Si, escuché todo eso, y aún el filme no se había estrenado, ni siquiera estaba terminado. Algo me hacia sospechar un fuerte entramado de publicidad.

Bueno, el último film de Nolan no es revolucionario, no tiene FX sorprendentes, su trama es bastante ramplona... y encima es tremendamente aburrido.

Pero ¿Qué es El Origen? Cobb (Leonardo Di Caprio) trabaja en una empresa dedicada a sacar datos relevantes de los sueños de las personas. Esto lo logran mediante un procedimiento que les permite crear sueños y meterse en ellos para así descubrir el dato preciso que se busca.

Cuando comienza la película, Cobb y compañía se encuentran en la cabeza de Saito (Ken Watanabe) un empresario de la energía eléctrica que luego les propondrá el trabajo máximo de su carrera, y el pase de salida para un Cobb al que cada vez le cuesta más diferenciar sueños ajenos de propios.

Este trabajo consiste implantar una idea, generar una idea a través de la construcción de un sueño. Específicamente instalarle a Robert Fischer (Cillian Murphy) heredero de una gran compañía competencia de Saito, que venda la misma y así disolver lo que podría ser un monopolio de energía.

Para esto, Cobb reclutará a una nueva ingeniera de sueños, Ariadne (Ellen Page), ya que el anterior cometió graves errores durante el trabajo en los sueños de Saito. Como Ariadne es una mente privilegiada, comprenderá de inmediato todo el asunto de crear sueños, es más, casi no habrá signos de sorpresa o confusión en ella (¿?).

Pero el trabajo de por sí no se veía sencillo, y lo que empieza mal... Pronto las cosas comenzaran a complicarse, lo que pueda salir mal saldrá mal, y entraremos en una interminable carrera contra el tiempo para lograr el objetivo, y salir con vida.

Por otro lado, Cobb tiene un asunto con su difunta esposa Mal (si la agregarían una A sería como la película) que más de una vez se cuela en los sueños construidos desbaratando todo y haciendo peligrar las misiones.

La historia peca de pretenciosa, parece todo el tiempo estar desafiándonos a que la entendamos, pero en definitiva no se trata más que un film de espías disfrazado de gran cosa, en verdad uno de espías bastante flojo.

Los efectos especiales, como dije, no son nada del otro mundo... salvo que alguien me asegure nunca haber visto gente volando en cámara lenta, personas caminando por las paredes, y edificios que se mueven como vehículos (esto se ve hasta en publicidades de bizcochuelo).

Lo llamativo es que, además de no ser un film sorprendente, es uno muy aburrido. La historia parece no avanzar, se enreda en situaciones que no tienen la menor lógica, y en pos de crear tensión se vuelve reiterativo y extremadamente lento, sobre todo en la última parte del film hasta arribar a un final que se pretende inesperado, pero que para toda persona un poco avispada se avecina desde la secuencia de títulos.

Por ahí escuché decir que luego de “inusitado” éxito de Batman, el Caballero de la Noche la Warner le dio carta blanca a Nolan para que creara la película que el deseara, y de ahí surgió El Origen. Lo llamativo, es que esta película no parece una película de autor, más bien parece un producto prefabricado en un estudio y que su resultado se hubiese conseguido en igual manera estando detrás de cámara cualquier ignoto.

La campaña publicitaria comenzó con un enigmático trailer en donde se sucedían varias secuencias oníricas, viendo el film completo, pareciera que nunca supieron desarrollar algo más allá de ese corto (que se resume en la única escena apenas rescatable del film en donde Cobb le enseña a Ariadne la mecánica de su trabajo).

A este film se lo compara con la taquillera Matrix, y si, las referencias son obvias (así como el hecho de que usen La vie en rose como canción para despertarse, en clara alusión a Cotillard como personaje, dah). También es obvia la comparación con el film de los Wachowsky en cuanto a la inmensa campaña publicitaria para disimular falencias... y si, en los resultados también es similar. Lamentable.






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