Es muy
difícil encontrar películas de terror dentro del cine argentino, creo que no
sorprendo a nadie diciendo esto. Como ya había comentado en el posteo anterior
de esta sección; los grandes estudios no parecen dispuestos a invertir en films
de géneros puros. Recién ahora pareciera que se quiere/puede arriesgar un
poco más y algunos proyectos (aunque
muchos de bajo presupuesto) parecieran contar con la posibilidad de llegar a
sala.
Durante
mucho tiempo, la única posibilidad de poder “disfrutar” de alguna película
nacional que se acercara el género era a través de films como el que voy a
referirme hoy; tramas que mezclaban el misterio con el drama; escenarios
teatrales y esquemas cuasi telenovelescos; y principalmente en co-producciones
que permitían un mayor despliegue; todo esto tiene Maleficio (1953),
obra que roza lo terrorífico y que pese a dar un resultado fallido con el
tiempo alcanzó el status de culto.
Conocida en
España (e internacionalmente) como Tres Citas con el destino, lo primero
que podemos decir de Maleficio es que como mínimo fue un film adelantado
en su época. Hubo tres países involucrados, España, México y Argentina, lo cual
no era común en ese entonces y es una de las primeras realizaciones
internacionales de nuestro país. La producción estuvo a cargo de tres
productoras Unión Films (española), Oro (mejicana) y Plus Ultra (argentina) que
se encargaron de contratar a tres directores y todo un equipo de cada uno de
los países para financiar un proyecto
que se avecinaba como enorme; contar tres historias, una en cada país, con un
mínimo hilo conductor entre las tres; algo que hoy día sí es más común pero en
ese entonces era todo un evento.
Lo que une
las tres historias es un mismo objeto, un anillo, y la maldición que este trae
acarreada con sí, sus poseedores conocerán la tragedia, pavada de hechizo. Esto
ya de por sí plantearía una atmósfera de terror, por lo menos de algo
relacionado a lo fantástico; aún así, cada historia depararía en estilos
diferentes.
La historia
comienza en España, Cádiz con un marino que llega al puerto y se enamora de una
bailarina de cabaret que está acongojada; acaba de asesinar a un hombre que la
quiso violar e intentó complacerla regalándole el anillo; el marino la
consuela, comienzan un romanceo, pero el muerto no lo es tal y regresa para
vengarse de los tórtolos. De golpe un cartel interrumpe la escena “Y la joya
sigue ejerciendo su maleficio...”, y así pasamos a México, nuevo país de
hospedaje para el anillo, precisamente en manos de un joyero. Este hombre es
estafado, le roban el anillo, pero a su vez entre los cacos hay una disputa y
el nuevo “dueño” del anillo muere. Otra vez, “Y la joya sigue ejerciendo su
maleficio...” y ya nos encontramos en Buenos Aires donde un abogado casado con
una adultera se entera de los planes de esta de asesinarlo. Conoce a un
presidiario que tiene un gran parecido con él y lo convence de cambiar de
roles, este acepta pero la mujer lo envenena. Pasado el tiempo, el boga sale de
la cárcel pero es acusado de un crimen cometido por el ladrón con el que cambió
de identidad; ah, sí, el ricachón tenía el anillo, claro.
La
conjunción de los tres episodios de por sí es risible, demasiado inclinada
hacia lo melodramático y esquemático, pero es en el último cuento, el
argentino, en el que podemos encontrar algún ingrediente interesante.
Los dos
primeros episodios son dirigidos por Florián Rey y Fernando de Fuentes
respectivamente; y ninguno de los dos lograron salvar sus historias de un
ridículo que se ancla en el aburrimiento. En el caso español, con argumento de
Miguel Mihura y protagónicos de Amparo Ribelles, Antonio Villar y Manuel Arbó;
todo tiene un clima de folletín, de dramón increíble, y la extrema
sobreactuación del trío no ayuda en absoluto. La cabaretera llora y llora,
sufre como condenada, pero a la vista del espectador no es creíble, y los diálogos incitan a la risa.
Lo mismo con el argumento de Alberto Guirri con actuaciones de Jorge Mistral y
Fernando Cortés; acá la historia daba para un policial firme, pero no, el tono
es el del drama dejando de lado el misterio a través de hechos simplemente
ingenuos y mal narrados.
Al llegar
el turno del episodio argentino, sin dudas el más recordado, la cosa mejora
considerablemente. León Klimovsky se encargó de la dirección y Emilio Villalba
Walsh y Alejandro Verbisky del guión; todos hombres experimentados, y se nota.
Narciso Ibáñez Menta vuelve a demostrar por qué es el rey del misterio en
nuestro país, sus interpretaciones son formidable, y el trío de Santiago Gomez
Cou, Olga Zubarri y Nathan Pinzón (otro prócer de nuestro terror) lo acompañan
perfectamente. Tal vez este episodio se resienta por una resolución algo
trillada, de moralina, y por el esquema general del film que lo encasilla en lo
dramático teatral. Pero la tensión creada, el suspenso que se genera a lo largo
de sus minutos es algo que no genera en ninguno de sus otros capítulos;
paradójicamente es en el que el asunto del anillo tiene menos preponderancia;
al final deja un sabor de que podría haber sido un largo individual. Además, es
el que más se emparenta con el terror.
Durante
mucho tiempo, Maleficio (que pasó sin pena ni gloria por la taquilla)
estuvo desaparecida, lo que la elevó como todo una incógnita, generando un
culto a su alrededor. Fue recién hace unos años que la Filmoteca de Buenos
Aires encontró una copia en manos del coleccionista Fabio Manes, que la exhibió
en su ciclo en el Sindicato de Operadores Cinematográficos (donde pude verla) y
en el ciclo homónimo de la TV Pública.
Con muchas
fallas y errores imperdonables, Maleficio emerge como toda una rareza
para su época, una gran producción con capitales de varios países para una
película que, con todo, fue arriesgada en temática de unir lo dramático con lo
fantástico. Bien vale una observación curiosa.
Hola
ResponderEliminarSin dudas la historia que protagoniza Ibañez Menta la me jor de las tres, la española tiene un buen comienzo pero se queda al final y la mexicana es aceptable. Comprato 2 pelis de terror de esa época:
El extraño caso del hombre y la bestia (1951)con unos efectos especiales muy ingeniosos y El vampiro negro (1953) con ua fotografía deslumbrante, ambas con olga Zubarri
Muy bueno el blog, felicitaciones! Roman
Sí, El Extraño Caso del Hombre y la Bestia quería postearla la semana siguiente, como broche de oro. El Vampiro Negro también es buenísima y está en la lista de pendientes para agregar al blog; es una injusticia que solo se la recuerde por tener el primer desnudo del cine nacional, debería tener una revisión. Gracias por el comentario
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