El título
de esta sección presenta algunas complicaciones, ¿qué es una rareza? ¿cómo
podría catalogarse a un film como raro? En el fondo estas cuestiones no dejan
de ser subjetivas. La película de hoy me planteó esas dudas; es una pelícla
relativamente conocida, no tiene una significación especial en la carrera de su
dxirector y/o actores, y hasta en cierto punto puede ser representativa de un
estilo con algo de popularidad... y aún así, al verla, para mi, no caben dudas
de que es una rareza, algo inclasificable. Estoy hablando de Frutilla (1980),
una de las cosas más extrañas que haya visto realizadas en Argentina.
Es
imposible no hablar de esta película sin comenzar hablando de su director
Enrique Carreras, una comprobación de que ser un todoterreno no siempre es una
buena cualidad. Con una prolífica filmografía de más de 100 films, el hombre,
nacido en Perú, pasó por todos los rubros, desde películas costumbristas, de
género fantástico, comedias familiares, picarescas, musicales, infantiles,
cuasi eróticas, policiales, folletines, de ambiente teatral, o sea de todo... y
aún así al ver cualquiera de sus películas uno puede adivinar que son de su
autoría. El problema es que nunca logró sacarse el acartonamiento de encima; el
hecho de su producción fílmica casi en serie convertía a sus obras en algo
rutinario, desangelado, y hasta ajenas a lo cinematográfico. Además no hay otra
manera de explicarlo, algunas, la mayoría, de sus películas son horribles, le
guste a quien le guste. Entre otras cosas el hombre tiene el mote de haber
arruinado con la reputación fílmica del dúo Porcel y Olmedo; realizar las
peores obras exploitation del país (sin ni una pizca de la gracia de, por
ejemplo, Emilio Vieyra); y otro dato, quizás el peor, tenía un afán por incluir
a todo su parentela en cada una de sus películas, sin importar el talento de
cada uno.
La cuestión
con Frutilla es que reúne todo los tópicos (y todo lo malo) que tuvo su director; además de ser un
híbrido entre varios cruces.
Originada
en una obra teatral estrenada un año antes en el Teatro Odeon con parte del
elenco que luego repitió en la película, la historia comienza con Marta Moreno
o Mariceli (Mercedes “soy actriz gracias a mi dorima” Carreras), una
catamarqueña que viene a Buenos Aires a triunfar en el mundo del espectáculo,
específicamente en el teatro. Esto, que sería un buen puntapié para una
película porno de medio pelo termina convirtiéndose en un muestrario de
episodios sin demasiado hilo argumental o lógica. En lo que no se entiende (o
por lo menos yo no entendí) si es una ensoñación, una fantasía en el tiempo, o
una realidad que no comprendí, la chica (muy modosita por cierto) se va ir
cruzando con varias personalidades reales del mundo del espectáculo lo que va
ir dando lugar a que ella mire como atolondrada números artísticos
supuestamente maravillosos.
De esta
manera se va a cruzar con Lola Membrives (Nati Mistral), Pepe Podestá (Osvaldo
Pacheco), César Ratti (Juan Carlos Calabró), Francisco Canaro (Guillermo Rico),
Carmen Lamas (Ethel Rojo), y hasta Hipólito Irigoyen (Onofre Lovero), entre
varias otras célebres personalidades.
Como aclaré
antes, la duda que siempre me quedó al respecto es si realmente la acción se
desarrolla en los años ’30 o ’40, o si todo es una fantasía en la que se
mezclan las épocas... de cualquier modo la cruza pareciera estar mal hecha
creando una sensación extraña.
La acción
es puramente folletinesca, con diálogos esquemáticos e impostados,
supuestamente graciosos pero ajenos a toda naturalidad. Esto es común en buena
parte de la filmograía del director, aún en películas que no parecían acordes a
este formato, Carreras siempre se las ingeniaba para insertar cuadros musicales
o cómicos/teatrales ante la mirada perpleja del protagonista, dando por
resultado un funcionamiento episódico con hilos conectores débiles.
Esto es aún
más notorio en acá, la historia de Mariceli es simplemente una excusa para
saltar de un cuadro al otro. Imagino que esto puede haber funcionado mejor en
la obra teatral con texto de Abel Santa Cruz (que no participó de la película),
como un muestrario de números teatrales; pero en la película se nota como algo
impropio al cine, impostado.
Todo esto
es lo que hace rara a Frutilla, la película contiene números de tango,
cuadros revisteriles, zarzuelas, escenas de vodevil, personajes relatando
chistes, puestas dramáticas... y Mariceli mirando siempre como embobada.
La
sensación de ver algo extraño comienza desde el principio con la llegada de la
muchachita de Catamarca a la gran ciudad y la canción principal de fondo que
suena y resuena de un modo ciertamente irritante, son cinco (o más) minutos de
una canción chirriante que solo repite “Frutilla, frutilla, frutiiiiilla...”,
para luego ya comenzar con los episodios uno tras otro.
Talvez este
género folletinesco era más común en los comienzos de nuestro cine sonoro,
repletos de cantores de tango interpretando su repertorio con un argumento
mínimo; por lo que Frutilla podría estar atrasando unos 40 años. Esto de
por sí no sería malo sino fuese porque posiblemente esta película hubiese sido
considerada mala aún en esa época.
La película
está mal filmada, mal sonorizada, y el uso del color está fuera de lo natural.
Los cantores de tango aparecen pálidos y con los ojos rojos, más similar a Bela
Lugosi que a un artista de los años ’30; y muchas de las artistas terminan en
escenas picarescas/revisteriles más propias de los ’80 que del comienzo del
género.
Frutilla es una película que invita la risa,
a la ridiculez... y varias veces a la irritación. Es una buena manera de poder
observar cómo era el estilo de su director sin necesidad de tener que ver 103
films. Mal actuada, mal realizada, incoherente, totalmente avenjetada, con todo
esto, no deja de ser un fiel ejemplo de un estilo.
Para criticar primero hay que saber escribir sin errores de ortografia tan grotescos
ResponderEliminarDonde la puedo ver a la peli?
ResponderEliminarTotalmente cierto el comentario. Le sobran 100 minutos
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