Este jueves llega por fin a
nuestras carteleras la última obra del capo Dario Argento, Drácula 3D; y pese a
que digan lo que digan somos más de uno los que queremos correr a las salas
para poder ver qué hizo el otrora rey del giallo con el incansable personaje de
Bram Stoker.
Por eso, para ir palpitando la emoción, vamos a recordar juntos
algunos de los rostros que a sabido tener el Conde dientudo a lo largo de casi
un siglo de historia cinematográfica; ojo que no van a ser todos porque sería
imposible, vamos acá con los más recordados, aquellos que lo eternizaron, y
luego en nuestro propio espacio en Facebook veremos de ir agregando algunos de
las más de doscientas interpretaciones
que tuvo.
1- Béla Lugosi:
Seamos sinceros, Béla Ferenc
Dezsõ Blaskó más conocido como Béla Lugosi no era un actor muuuy dúctil por
decirlo de algún modo, pero sin dudas el húngaro se las ingenió para que su
rostro quedara emparentado a la figura del Conde de Transilvana para la
eternidad. Cada vez que se quiere lograr una caracterización “clásica” del
personaje, la referencia ineludible es Lugosi.
Las marcas registradas son la
tez blanquísima, la cuenta corriente de Brylcreem, una capa con cuello
levantado, un hablar entre rígido germano y hacer gárgaras, y un bajar por
largas escaleras de costado como solo él puede hacer.
La primera vez que lo
interpretó fue en una obra de teatro en 1927, y de ahí a Drácula (1931)
el clásico de Tod Browning que inauguró el sistema de los monstruos de la Universal.
Béla hizo otros roles
memorables como Ygor o Murder Legendre, pero siempre se lo recuerda como el
vampiro al que recién volvió a interpretar de modo muy decadente en Abbott y
Costello contra Frankenstein – o contra los fantasmas, según el país
– (Abbott y Costello meets Frankenstein, 1948). En realidad, ya
en 1936 participó de La hija de Drácula (Dracula’s Daughter) pero
sus escenas quedaron en la mesa de edición. Mientras que en otras dos
oportunidades hizo de vampiros muy similares en La Marca del Vampiro (The
Mark of the Vampire, 1935) donde fue el Conde Mora otra vez bajo la mirada
de Browning; y El regreso del Vampiro (The Return of the Vampire,
1944) como Armand Tesla .
2 – Lon Chaney Jr.:
Está bien, al Chaney Jr. Se
lo recuerda más por otros roles y no le llegó ni a los talones a su padre,
además sólo hizo de Drácula una vez... ¡pero en qué película!. Les concedo que
no es el Conde original sino su hijo – que en definitiva se llama igual pero al
revés –... ¡pero qué película!.
En El hijo de Drácula (Son
of Drácula, 1943), el hijo del hombre de las mil caras interpreta al Conde
Alucard, al que cualquier avispado, salvo los personajes del film, se hubiese
dado cuenta que se trata del propio rey de los vampiros con solo leer su nombre
de atrás para adelante, en fin. Para mi es uno de los mejores films del
personaje y es uno de los que menos ha envejecido de toda la factoría de la
Universal. Los bigotitos anchoa y esa mirada de viejo depravado lo hacen
bastante atemorizante, sin contar que el argumento está planteado con algunas
idas y vueltas interesantes y que se aleja bastante de lo que ya habíamos visto
pero sin perder la esencia. Un clásico que merece ser revisado.
3- John Carradine:
La Universal seguía y seguía
haciendo uso del personaje de Bram Stoker – aunque cada vez quedaba menos de
eso – y ya para esta altura se emprendió una debacle sin regreso. John
Carradine tuvo la mala suerte de interpretar cuatro veces a Drácula y en cuatro
films que son más propicios al olvido... pero lo hizo cuatro veces – y otro par
en TV –, dos en la Universal y quedó inmortalizado como el personaje...
¡¡¡¡cuatro!!!!.
La cosa es así, en 1944
estrenaron La Mansión de Frankenstein (House of Frankenstein)
también conocida como “La zingara y los Monstruos” en la cual volvían a hacer
uso del cruce de varios personajes clásicos en una misma película – entre ellos
El Hombre Lobo a cargo del otrora Conde Lon Chaney Jr. – y Drácula cayó en las
manos de Carradine que le aportó al personaje toda su no gracia, lo único bueno
del film es que entre tanto sin sentido del argumento, don Transilvana muere
bastante rápido... pero hasta el año próximo en que hicieron La mansión de
Drácula (House of Drácula, 1945) sin mejorar en absoluto la puntería
y repitiendo la misma historia que la
anterior pero con la excusa de que Drácula ¡¡¡¡¡¡¡busca curarse del
vampirismo!!!!!!!
Carradine consideró que no
había hecho bastante daño, y cuando ya empezaron a caer los ofrecimientos de
secundarios, se acordó que podía volver a interpretarlo, en Billy the Kid
Vs. Drácula (1966), ¿hace falta que diga que esto es una horrible comedia
clase Z?. En fin, sigamos, el hombre siguió asociándose al personaje y después
de aparecer en varias series con personajes muy similares al del Conde, hizo Doctor
Drácula (1979) que por si no se convencieron de que es horrible con ese
nombre, esperen que les diga que también se la conoce como “Disco Drácula”,
por supuesto que se trata de una comedia con todo el frenesí musical.
Sus aportes fueron el aspecto
lánguido medio moribundo muy parecido a Vincent Price pero solo en el aspecto,
y de más viejo una chivita y una galera que lo hacían más asimilable a
Mandrake.
De todos modos, Carradine
está en nuestros corazones pero por otros roles como todos esos que hizo cuando
ya estaba viejito y se le dio por el terror clase B de los ochenta.
4- Christopher Lee:
Al fin, pasemos a palabras
mayores. Este viejo cascarrabias podrá ser Saruman, el Conde Dooku, Summerisle,
o el Dr. Wonka, pero para los que amamos a la Hammer va a ser siempre el
Drácula más sexy de la historia. Está bien, Lee puede nunca haber sido
agraciado con el don de la belleza, pero esta Conde sí entendía lo que era el
sexo, tenía un magnetismo único y se entendía por qué todas las mujeres, y
algunos hombres claro, caían a sus pies; era un galán malévolo.
También es el actor que más
veces interpretó al personaje, nada menos que diez veces, y aunque la calidad
de los films varía, él se mantiene firme mezclando la seducción con el real
terror.
Veamos, la primera vez que se
calzó la capa con cuellito fue en 1958 para la mítica Drácula (Horror
of Dracula) de Terence Fisher en donde podemos ver la eterna lucha entre
Lee y Peter Cushing como Van Helsing. Ya en esta primera incursión la Hammer y
Fisher se encargaron de mostrarnos qué estaba por venir, casi exploitation
antes de tiempo, cine de los ’60 dos años antes, mucho color, gótico, suspenso
y tetas, cantidad de mujeres de talla grande y escotes generosos.
A esta obra maestra le
seguiría, casi diez años después Drácula, el Príncipe de la Tinieblas (Dracula,
Prince of Darkness, 1966) otra vez bajo el mando de Fisher quien ya se
había encargado de explotar la franquicia pero por otras ramificaciones como Brides
of Dracula (1960). A esta se la conoce como el Drácula mudo, Lee
aparece bastante poco y no pronuncia una sola línea de diálogo, las hipótesis
del por qué son varias, pero lo cierto es que por más que la critiquen esta
“secuela” se la banca manteniendo algo de la original.
Ya sin Fisher y Freddie
Francis en su lugar llegaría dos años después Drácula regresa de la tumba
(Dracula has risen fron the grave, 1968), y todavía nos mantenemos en
una postura gloriosa, por lejos es la más tremenda y de explotación con un
argumento que vira hacia el delirio.
1970 fue un año movidito para
el actor, no interpretó a Drácula una, ni dos, ni tres veces, se despacho con
cuatro films de este personaje en un mismo año, como para que nos empacháramos.
La Hammer lo llamó para Prueba la sangre de Drácula o El poder de la
sangre de Drácula como también se la conoció (Taste the Blood of Dracula)
y Las cicatrices de Drácula (Scars of Dracula) con dirección de
Peter Sasdy y Roy Ward Baker respectivamente, aunque poco se nota en medio del
delirio sin vueltas en que ambas están inmersas. También aparecería sin
acreditar en One more time como un cameo junto al Frankenstein de
Cushing en medio de una insufrible comedia de Sammy Davis Jr.. Y me guardo lo
mejor para el final, nadie sabe cómo terminó ahí pero Christopher Lee estuvo en El Conde Drácula del
inefable y adorado (sí, algunos lo queremos) Jess Franco, y no, no es una de
sus películas porno.
La Hammer no se cansaba y se
les ocurrió la ¿brillante? Idea de llevar al personaje a la actualidad, así
vimos Drácula 73 (Dracula 1972 A.D.) de Alan Gibson cuyo único
mérito es haber puesto nuevamente a Peter Cushing como Van Helsing y la
aparición del loco de Alucard, quien revive al Drácula pulenta de Lee. Y Como
la productora ya estaba media necesitada de dinero, no se esperaron más de un
año para continuar con el chiste en Los ritos satánicos de Drácula (The
satanic Rites of Dracula, 1973), otra vez en el presente y con Cushing como
un heredero del Van Helsing original, más sangrienta y de terror contemporáneo,
pero con poquísima gracia otra vez debido al insulso trabajo de Gibson detrás
de cámara (¿hace falta decir que se filmaron las dos juntas?).
Cuando la Hammer dejó de
molestar al personaje, el lungo insistiría una vez en otra comedia olvidada, Drácula
e hijo (Dracula père et fils, 1976) del francés Edouard Molinari
hecha para el mercado europeo y que rara vez se la pudo ver en estas tierras.
En fin, Christopher se calzó
la dentadura con colmillos diez veces, no podíamos esperar que siempre corra
con buena suerte, igualmente marcó una impronta en cada una de ellas. No por
nada sus fanáticos están haciendo campaña ahora para el Oscar honorífico.
5- Frank Langella:
Sí el pariente de la Señorita
Lee fue el vampiro con más sexo saliéndole por los poros, este maestro
subvalorado es el Drácula más romántico de todos; no me vengan con Gary Oldman
(ya va a tener su turno acá abajo), la composición de Langella realmente sufría
por amor y lo único que quería era conseguir una novia... claro que también
tenía que comer y le gusta mucho lo que corre por las venas.
El multiuso John Badham giró
una vez más su estilo cinematográfico para adaptar en 1979 una versión si se
quiere mainstream de la novela de Stoker, y para el papel principal convocó al
actor que ya lo había interpretado dos veces en teatro, bajo el clásico título Drácula.
Langella es capaz de hacer de
Skeletor, de Nixon, de darle la voz a Archer, o regalarle una caja de sorpresas
a Cameron Diaz (algo malo tuvo que hacer en su carrera), y ninguno de sus roles
se parece al otro. Su Drácula tiene la seducción y el porte del Conde de la
Hammer, pero sus intenciones eran más nobles, si hasta da pena llamarlo
Príncipe de las tinieblas, él solo quiere amar.
Badham se encargó de darle un
estilo visual más propio a un drama romántico con momentos de reflexión
incluidos. La historia, bastante fiel a la novela y por ende al posterior film
de Coppola, busca meterse en los sentimientos del personaje, bucear en sus
razones, y entender por qué las mujeres, y en especial Mina, caen a sus pies.
Langella, en un estilo muy
galan de telenovela, fue rodeado por Laurence Olivier como Van Helksing y
acompañado por Donald Pleasence y Jan Francis como Mina. Especial para las
mujeres que buscan una linda romántica, pero quieren ver un cadáver aquí y
allá.
6- Gary Oldman:
Mátenme, clávenme una estaca
en el corazón, por si todavía no se dieron cuenta, a mi gusto esta versión de
la historia, y sobre todo del personaje, está un poco sobrevalorada. Francis
Ford Coppola es un gran director, eso está fuera de discusión, a pesar de tener
una carrera con altibajos de obras maestras y títulos olvidables, pero su film
de 1992 Drácula, el amor nunca muere (Dracula, Loves Never Dies)
ya arrancó grandilocuente al proponerse como “la versión definitiva”.
El argumento intenta ser fiel
al original escrito, y aunque faltan algunas cosas, le damos la derecha en esa,
es la más fiel sobre todo por contar los orígenes de Vlad. El tema es personal,
no sé que me ocurre con esta película, rara vez puedo verla entera, la vi en su
momento, tengo el DVD el cual insistí en reproducir varias veces, y no, siempre
me quedo dormido y termino completándola en tres o cuatro veces, me aburre, y
la verdad es que no sé por qué.
Con una excelente puesta en
escena y cuidado detalle gótico con toques de modernismo, el Drácula o Vlad de
Oldman empieza siendo un viejo muy parecido a Jessica Tandy con una toca, para
luego rejuvenecerse y aparecer como un loco lindo con galera, bigotitos, pelo
ruloso y unos lentes de sol a la John Lennon, un muchacho excéntrico.
El groso de Gary (al que
admiro mucho por otros papeles) cumple en otorgar una cuota de dramatismo
altísimo, y la verdad es que la sensación es la de estar viendo un clásico.
Drácula otra vez sufre, pena, y no puede entender que vivir su gran amor
condenaría a la otra parte a un sufrimiento tan grande como el de él.
Pocas escenas de terror,
mucho gótico artístico, y una historia digna de cualquiera de las hermanas
Bronté ayudan a que Oldman no solo enamore a Mina (una Winona Ryder tetona y
raramente parecida a Salma Hayek) y Lucy (Sadie Fros) sino a todas las
espectadoras, sin dudarlo un galán noventoso.
7- Los Dráculas argentinos:
Más allá del personaje operístico creado
por Pepe Cibrian Campoy para el reconocido musical de 1991 (cuyas
interpretaciones recayeron a lo largo de varias temporadas en Juán Rodó, Hernan
Kuttel, y Diego Duarte Conde), Drácula tuvo muchas veces rostros argentinos,
tanto en cine como en televisión, y en los géneros más variados.
Después de algunas versiones
teatrales, la primera aparición del Drácula “de la Pampas” llegaría en 1968
cuando Canal 13 emitió Hay que matar a Drácula, una versión cuasi
teatral dirigida por Alberto Rinaldi, y lo de teatral se entiende, sus
interpretes ya habían repetido sus roles en diferentes puestas, el gran Narciso
(de quien ya nos ocuparemos en unas líneas) como Van Helsing y Gianni Lunadei
como el Conde, lamentablemente no quedan registros de este trabajo.
Como les decía antes, el
genio de Ibañez Menta se quedó con la sangre en el ojo, y dos años después, en
1970, él mismo haría de Drácula en la mini-serie Otra vez Drácula emitida
por canal 9, y de cual, como siempre, Narciso se hizo cargo de todo. El
argumento era bien distinto... a todo. Una mezcla del Conde con El Fantasma de
la Ópera, el Conde viviendo tras los bastidores de un teatro y cargándose a los
actores de una próxima obra inspirada en él, impresionante. En 1973, y ya en
España, retomaría el personaje pero en un rol secundario para La saga de los
Drácula más centrada en sus herederos y sus “novias”.
En 1974, Adolfo García Grau
divertiría a ¿alguien? Como el Conde contrafigura del maletero marplatense de
Jorge Porcel en Los vampiros los prefieren gorditos, y bueno, la
criticamos, pero esta película de Hugo Sofovich no me canso de verla los fines
de semana por Canal 13... o en VHS... o en DVD...
Para 1976 se estrenó Tiempos
duros para Drácula, co-producción española argentina, con el español José
Linfante como el de la capa, y un elenco mixto de varios países hispano
parlantes; lo mismo sucedió un año después con El pobrecito Draculín,
una producción española pero con protagonista argentino, Joe Rigoli... igual
las agrego por las dudas.
Por último dos trabajos
televisivos que hay que ver para creer, el Drácula de la miniserie homónima de
Diego Kaplan interpretado por Carlos Calvo (y luego por los desgraciados
sucesos conocidos y a los que por respeto no haré mención reemplazado por un
Lorenzo Quinteros muy maquillado) y aquel que en 2004 interpretó Gerardo Romano
para las Historias de terror de Canal 7 a cargo de Alexis Puig; sé que
es un lugar común pegarles, reirse de ellas, pero hay que rescatar el espíritu
de obras de culto, no pueden negar que las dos son bien bizarras como mínimo.
Mención Especial: Nosferatu
Como para ir terminando el
asunto por acá, todos sabemos (o deberíamos) que existe otro personaje que
algunos consideran el mismísimo Drácula, y otros una adaptación lejana del
original de Bram Stoker pero con muchas diferencias respecto del personaje
principal. Drácula o no, cierto es que las similitudes existen así como que los
personajes a primer vista son muy distintos.
En 1922 F.W. Morneau realizó Nosferatu (Nosferatu, eine
Symphonie des Grauens) con el excéntrico Max Schreck como el Conde Orlok,
habitante de Transilvania, vampiro, y deseoso de mujeres; pero más cercano a un
monstruo, sin el magnetismo seductor que luego le conoceríamos, encorvado,
pálido, con colmillos enormes, dedos larguísimos, calvo y de orejas punteagudas
como de gnomo, y en medio de un film más expresionista que Gótico como marcaba
la época. Además, el argumento de este clásico del cine mudo tiene mucha
diferencias, algunas más ligadas con las leyendas clásicas de vampirismo
nórdico que con la novela de Stoker, como el modo de asesinar y el modo de
exterminarlo.
En 1979, el loco lindo de
Werner Herzog hizo su versión de ambas cosas trayendo más confusión, Nosferatu
(Nosferatu: Phantom der Natch) caracterizando al aún más excéntrico – de
algún modo hay que llamarlo – Klaus Kinski como el Orlok de Schreck pero
llamándolo Drácula; y acá sí, Herzog y Kinski nos dejan bien en claro que
Orlok/Drácula es un monstruo horrible no solo física sino psíquicamente,
depravado, violador, asesino, pero también torturado interiormente. Vale decir
que esta película tuvo una pseudo secuela, Nosferatu en Venecia (Nosferatu
a Venecia, 1988) en producción italiana clase B que solo mantenía al
demente de Kinski como aquel Drácula pero que físicamente no se le parece en
absoluto, una especia de zombie glam rock, o hermano moribundo de Ziggy
Stardust como para tener una idea.
Por último, Willem Dafoe
compuso a Max Schreck haciendo de Orlok que en verdad es un vampiro encubierto
en el set, en la interesante obra de E. Elias Merhige La sombra del vampiro
(Shadow of the vampire, 2000) que habla más del mundo del cine mudo y de
la locura expresionista y detallista de Morneau (John Malkovich) que de Orlok en sí, en realidad un Schreck que no
podía contener sus ansias de chuparse a sus co-protagonistas, algo que le sucede
a más de un actor.
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