Ya nos lo dijeron Chris
Columbus y Robin Williams en El Hombre Bicentenario (The Bicentennial Man, 1999) y no los
quisimos escuchar; vas a comprar a un robot amigable para que limpie tu mugre y
este, tarde o temprano te va a traicionar. Hacen pensar a las máquinas ¿y para
qué? para que ya se crean humanas, no quieran ser más sirvientes, y encima se
pongan piel y se casen con nuestra tataratataranieta. Es así, los robots por
naturaleza son comunistas y se creen igual que nosotros, los dejamos entrar en
nuestras vidas y estos nos van a matar porque son jodidos.
El cine se cansó de
advertirnos sobre la peligrosidad de poner a un chip y una tonelada de chatarra
a hacer nuestras labores, además le damos confianza, no aprendemos la lección.
No puedo dejar de ver cine en
su eterna lucha contra la rebelión de Wall-E y sus amigos brinda una vez más un
servicio a la comunidad. Porque los comienzos de los años noventa no solo
fueron Vanilla Ice y la invasión de los dinosaurios de Spielberg, también hubo
un cine de denuncia, de denuncia en contra de la cibernética en nuestras
vidas... en fin, dejémonos de hablar pavadas, y vamos algunos ejemplos:
1 – Hardware
En las películas los personajes tampoco
parecen aprender, ¿cuántas veces hay que demostrar que no deben comprar nada de
tiendas extrañas? Menos si está en barata. En fin, estamos a mediados del Siglo
XXI - no nos aclaran muy bien el año -, tenemos a un Dylan McDermott muy joven
que interpreta a Moses un soldado explorador que regresa a su hogar luego de
una temporada en lo que fue las ruinas de la sociedad, de pasada quiere hacerle
un regalo a su novia, y como estamos en el futuro, ya no sirven las flores
(probablemente porque ya no existan), los bombones, las joyas o un perfume,
ahora la onda es regalar basura, literalmente, va a una chatarrería y le compra
la cabeza y el torso de lo que fue un M.A.R.K. 13, un robot ultrasofisticado
pero que aparentemente ya no anda. La cosa es que a Jill (Stacey Travis) le
gusta tanto el regalo que lo adosa a una de las esculturas de metal que está
realizando. Esa noche, Moses y Jill reavivan la pasión ¿?, y el M.A.R.K. 13 se
calienta y cobra vida, sí es así no estoy jodiendo. Para colmo, al día
siguiente, Moses se las toma otra vez, quedando ella a solas con un robot que
anda alzado y con ganas de ajustar el tornillo a toda costa. Por supuesto, como
Marky antes había sido un roboto de exterminio no le va a temblar la empuñadura
de metal en matar a un par hasta llegar a revolcarse con Jill.
Bueno, sino abandonaron la lectura ante
lo disparatado del argumento, les digo, Hardware (1990) es una película
realmente muy buena. El enigma en el que se desarrolla la historia, el espíritu
clase B digno, y el tremendo y único aspecto visual que le imprimió Richard Stanley
(que cuenta con sólo una película más) en su ópera prima logran una adaptación
del comic SHOCK! más lograda y recordada que la historieta misma. El estilo
entre arenoso, marrón y rojo, escenografías despojadas, la mezcla de
Ciencia-Ficción-acción-terror-suspenso, y un aire industrializado y mecanizado
que se agudiza con una banda sonora ad hoc compuesta por canciones de Iggy Pop
(que también hace una participación en el film), y Motorhead entre otros.
La producción de Hardware fue tan
complicada que antes de su llegada a salas (en algunos países aquí editó en
video directamente Transeuropa) ya se había convertido en algo de culto; pero
antes de arribar sufrió severos cortes para poder ser distribuída
comercialmente por Fox, y aún así tuvo una comercialización limitada. Pero un
Soundtrack exitoso y los fieles seguidores del estilo la hicieron perdurar
existiendo varias versiones, editadas y “Unrated” conocidas como el nombre del
robot M.A.R.K. 13.
Primera lección NO aprendida: “Las
máquinas se recalientan”.
2 – Evolver:
¿Se acuerdan de los robots secuaces del
Ordak de She-Ra? Imagínense que uno de esos tiene un hijo con Número 5 de Cortocircuito
(Shot Circuit, 1986), a este robot enano lo metemos en una trama con
realidad virtual a lo Fuera de control (Jhonny Mnemonic, 1995) y
le damos como arma pelotas de tenis; todo eso crearía Evolver (1995), un
claro exponente de eso que dimos en llamar “tan ridículo que es bueno”.
Ethan Embry, el palurdo de Ya no puedo
esperar (Can’t Hardly wait, 1998) es Kyle, el fan número 1 de un
juego de realidad virtual llamado Evolver, un típico “caza y dispara” muy
psicotrónico. Los creadores del juego quieren llevar el mismo a la vida real, y
para eso, le dan a su más fiel seguidor un robot enano con el que va a hacer
las pruebas. La cosa es que Kyle se lleva al robotito a su casa, porque no hay
nada mejor que meter a un robot agresivo en tu intimidad, a este se le pelan
unos cables, y ya no hay forma de apagarlo; el robot tiene como misión cargarse
a todos los que encuentra, repito, disparando pelotas de tenis.
El director de este disparate es el
polifacético Mark Rosman, capaz de entregar el clásico The House on Sorority
Row (1983) así como un sin fin de películas del Disney Channel o esas cosas
que Hillary Duff llegó a estrenar en cine. Como sea, estamos frente a una
película convencional, muy medida, con una trama que intenta prevalecer la
acción pero con un contrincante que resulta muy poco creíble, Kyle. Lo mejor
sin dudas está en el robot que acecha toda la casa, se mete por todos lados y
persigue a toda la parentela como un slasher que necesita aceite de máquina. Es
más, por momentos, en tomas lejanas, es muy evidente que Evolver es un traje
que encierra a una persona bajita dentro; y aún así, con todo, el robot actúa mejor
que todas las personas de carne y hueso.
Créanme que Evolver es un film
ideal para ver una tarde de mucho aburrimiento, es un programa de diversión
asegurada.
Segunda lección NO aprendida las maquinitas están arregladas para ganar siempre.
3 – La máquina de la muerte:
Si hay una película que en los años
noventa comprenda el término “ciencia ficción de culto” esa debe ser La
máquina de la muerte (Death Machine, 1994). Los misterios,
versiones y anécdotas que envuelven a esta película pocas veces se han visto en
un igual. Ya antes, cuando hablamos de Hardware dijimos que se trataba
de un film de culto y con problemas de censura en su estreno, pero La
máquina de la muerte lleva todo eso a una nueva dimensión, simplemente es
uno de los films con más versiones en la historia del cine.
Todo se desarrolla en una fábrica llamada
Chaank que fabrica armamento militar ultra sofisticado. El director de la misma
fue asesinado y en su lugar es nombrada
Hayden Cale (Ely Pouget ¿?) que, como seguro es una detective frustrada,
no hace más que investigar la muerte de quien antes ocupó su cargo. Todas las
pistas llevan a Jack Dante (Brad Douriff, más sacado aún que de costumbre) un
diseñador de cibernética demente y con grandes ansias de poder. Las cosas se
van enrareciendo cada vez más hasta llegar al punto en que Dante, acorralado,
pone en funcionamiento a Warbeast, su última y letal creación, un robot grande
y jodido, con garras y dientes filosos y dispuesto a aniquilar a todos los que
quedaron encerrados en Chaank.
Si el argumento no descolla originalidad,
esto sí lo encontramos en el tenso y ominoso estilo visual. La máquina de la
muerte es una de las primeras películas abiertamente cyberpunks, y aunque
no lo reconozcan, películas como Virus (1999) y Matrix (1999) le
deben algo de su estilo.
Sthepen Norrington venía pegándola en el
rubro de los efectos especiales, y con esta película iba a hacer su debut. En
un primer momento, New Line Cinema le dio carta libre para hacer lo que
quisiera dentro de un presupuesto clase B; Norrington se despachó con un film
muy sangriento y violento, plagado de referencias directas a clásicos del
terror; anoten los nombres de algunos personajes: John Carpenter, Yutani, Scott
Ridley, Weyland (sí, a alguien le gusta Alien), Sam Raimi, y el propio Jack
Dante – sería Joe, pero no quisieron ser tan obvios se ve –. Todo esto no le
agradó mucho a los pacatos de la empresa de Ted Turner y empezaron a afilar la
tijera; tampoco quisieron tener problemas con los directores reales y los
derechos de autor por lo que cambiaron los nombres. A todo esto, Stephen
Norrington abandonó la película y prometió no volver a dirigir – cosa que por
desgracia no cumplió regresando para Blade (1998) y La Liga de
Caballeros Extraordinarios (The League of Extraordinary Gentlemen, 2003 –
que quedó en propiedad de la productora para que le siguieran haciendo corte y
confección. Al momento de estrenarla, la MPAA amenazó con un X, por lo que otra
vez regresó a la mesa de edición para “limpiarla” un poco más. Su salida se retrasó
y tuvo un estreno en salas muy limitado, llegando rápidamente al VHS dónde
nuevamente pasó por la censura. Alrededor del mundo se estrenaron copias
diferentes según el país – acá se estrenó en salas muy cortada y a la semana se
estrenó en VHS como sucedió con Brainscan (1994) –. Finalmente, al
llegar al cable la cortaron otro poquito para que ya básicamente pase a ser un
mediometraje digno del Discovery Kids. Todo esto da como resultado que
actualmente circulen, aunque difíciles de conseguir todas, más de diez
versiones de la misma película, incluyendo la clásica Director’s Cut – la sin
censura – y una Extended Versión, la más fácil de conseguir paradójicamente,
con escenas que el propio Norrington eliminó.
Tenemos mucha sangre, puteadas al por
mayor, escenas gráficas muy chocantes, una extrañísima alusión al consumo de
drogas, y un robot que realmente mete miedo. Todo en un film típico de su
época, trama sencilla, espíritu clase B, y delirio en su desarrollo, no podemos
pedir mas.
Tercera lección NO aprendida, los robots nunca van a necesitar Corega.
4 – Atracción Cibernética:
... Y ahora sí, aplaudamos de pie
señores. Los que siguen por Facebook mi cuenta personal y todavía no se hayan
olvidado, sabrán la cuasi odisea que fue recordar el título de este telefilm.
Para quienes no tienen idea de lo que
hablo, la cosa fue que la había visto hace muchos años en VHS, después las
volví a ver en mis queridos canales de cable 365 Cine y Movie Top que la tenía
en rotación contínua, y en las mañanas de Cinecanal. Me acordaba de todo
detalle, hasta de la carátula del cassette de video... menos de cómo se
llamaba, lo que me hacía imposible encontrarla. Hice una solicitud de ayuda a
la gente de la red, y tengo que agradecer a todas estas personas, ahí va: el
groso del terror en VHS Sebas Iaccarino; Elías Fernández por lejos el mejor
guía turístico del universo; la amiga, vecina y colega de privadas Vicky
Vazquez; el capo de Diego Núñez que se la pasó tirando títulos; el misterioso
señor X editor de El Espectador Avezado página en la que escribo (bah, qué mas
da, Rodrigo Chavero, el director de escuela con más cinefilia en las venas);
Lea Balbuena un amigo, uno de los seres más grandiosos y humildes que conozco,
y otro jefe, el de la revista Cine Fantástico y Bizarro para la que empiezo a
escribir en el inminente N°2; los valiosos amigos Mirko y Jeremías Valentino
que también dieron su apoyo, y Marcelo Raffa, toooodos ellos me dieron una
mano, me ayudaron muchísimo y se los agradezco enormemente. Pero sus intentos fueron
infructuosos hasta que llegó ÉL, el imbatible del video para VCR, el único, el
glorioso Raro VHS que luego de un par de pruebas dio en la tecla hasta
consiguiéndome la carátula, un maestro señores, lo mejor; por supuesto,
millones de gracias a él también.
Bueno, terminadas las salutaciones
obligatorias y agradecimientos necesarios, ahora sí, a los que sólo les
interesan las películas pueden volver a leer.
Atracción Cibernética (Homewrecker, 1992) nos mete en la vida de David Whitson
(Robby “soy la voz de Bestia” Benson) un reprogramador de computadoras que
trabaja para una firma de armamentos. Uno de los proyectos que desarrolla
presenta fallas, se empaca y renuncia a su trabajo... no sin antes llevarse al
programa que diseñó con él. Al igual que el protagonista de Evolver, a
David no se le ocurre mejor idea que reprogramar su diseño, y transformarlo en
una suerte de mucama, secretaria, y sistema de seguridad todo en uno,
confiándole la seguridad de su familia; ah, no sin antes darle una
“personalidad” femenina, denominarla Lucy, y otorgarle un cuerpo cibernético
muy simpático y un brazo ad hoc para que pueda desarrollar sus múltiples tareas
(los que piensen que estaba buscando una esclava sexual, pásense para esta
fila).
El tema es el siguiente, David es un buen
pibe, tiene pinta, y Lucy de tanto lavarle los calzones se enamora de él...
pero hay un problema, David tiene esposa e hija, y Lucy está celosa porque lo
quiere sólo para ella (encima tanto la mujer como la nena son un verdadero
dolor de huevos), y no sé si acuerdan que Lucy era un programa de armamento y
destrucción, en fin, va a haber rosca.
Estamos en presencia de un telefilm
pensado para el primitivo canal Sci-Fi Channel, pero que en su momento ganó
algo de notoriedad vaya uno a saber por qué.
El guionista Eric Harlacher ,el mismo de Lenguaje
Corporal (Body Languaje, 1995) aquel thriller pseudo erótico con Tom
Berenguer y Nancy Travis, diseñó un argumento mezclando ideas de otras
películas, pensemos en La Mano que mece la cuna (The Hand that rocks
the cradle, 1992) que ese mismo año hizo furor, con Monerías Diabólicas (Monkey
Shines, 1988), Terminator (1984), 2001: Odisea en el
espacio (2001: A Space Odissey, 1968) y la referencia más fuerte Atracción
Fatal (Fatal Attraction, 1987); todo en el marco de una película
pensada para televisión muuy estilo años ’90, o sea con tintes telenovelescos,
violencia muy medida, actuaciones terribles, y risas involuntarias por aquí y
por allá.
El director es Fred Walton, un hombre con
mucho clásico B detrás como When Stranger Calls (1979), April’s Fools
Day (1986), y When a Strangers Calls back (1996), casi nunca
reconocido. Su trabajo acá consiste en dar un clima opresivo – porque no había
mucho presupuesto para tomas exteriores -
y hacer que Lucy suena amable y atemorizante a la vez (no lo logra, sólo
suena amable e histérica).
Otro dato de color es poder ver a Sarah
Rose Karrr, la nenita rubia e insoportable de Beethoven (1992), El
padre de la novia( Father of the Bride, 1993),y Un detective en
el kinder (Kindergarden Cop, 1990) en su última aparición en
pantalla como la hija de David y antes de que creciera y ya nadie la busque
como una nena rompepelotas.
Como aclaré antes, Lucy – con la voz de
Kate Jackson – no mete demasiado miedo porque está loca pero no deja de ser
servil, sinceramente no se carga demasiados cadáveres, y más bien parece una
villana para la novela de la tarde; aún así nos la podemos imaginar hirviendo
un conejito sin ninguna culpa.
Última lección NO aprendida, las
robots no son buenas esclavas sexuales, tienen demasiados cables donde nos
podemos enredar.